El pasado y el presente tienen anualmente varias citas en León, hecho manifiesto de la importancia y el carácter identitario que la historia imprime en la provincia. El presente curso Ponferrada homenajeará desde el jueves día 30 de junio al domingo 3 de julio a un tramo de su memoria, cuya huella se vive fervientemente a través de una gran variedad de actividades relacionadas con la Orden Templaria: mercado y campamento Templarios, talleres infantiles, jornadas gastronómicas, la popular cena Templaria o el clásico desfile que concluye con pirotecnia y música tras el depósito del Grial en los sótanos del Castillo.
¿Por qué los Templarios? Su influencia en El Bierzo encuentra testimonio palpable en el Castillo de Ponferrada, actor principal en esta fiesta, que en sus orígenes fue un castro celta que dio paso con los años a una ciudadela romana y visigoda. Una imponente fortificación que supone uno de los monumentos más importantes y emblemáticos de esta Orden en España y que actualmente alberga la Biblioteca Templaria, el Centro de Investigación y Estudios Históricos y cerca de 1.400 libros de incalculable valor, entre los que sobresalen varios facsímiles de Leonardo Da Vinci.
La magnitud del legado Templario en la zona se traduce en un peso histórico y un calado profundo también en sus gentes. Indudablemente esta herencia dota de singularidad a un territorio testigo de leyendas feudales, estrategias políticas e historias ilustres, que rememora su pasado con orgullo cada curso.
1178 marca el inicio del dominio de la Orden del Temple en Ponferrada debido a que el rey Fernando II de León pone la ciudad a su disposición. Desde entonces su castillo y el vecino de Ulver (posteriormente Cornatel) pasan a ser las grandes bazas para establecer el control, marcado a partir de ese momento por vaivenes e intereses políticos. Años más tarde, en 1196, Alfonso IX de León arrebata Ponferrada a los Templarios tras haber apoyado estos el ataque de Alfonso VIII de Castilla. Después de varias disputas, Alfonso IX les acaba devolviendo la plaza a cambio de algunos castillos, en 1211.
La progresiva decadencia de estos caballeros vive el siguiente episodio durante el reinado de Fernando IV, cuando de forma paralela se produce la disolución de su Orden en Francia mediante juicio. Para impedir la pérdida de Ponferrada, el maestre castellano del Temple, Rodrigo Yáñez, entrega la villa al hermano del rey, el infante don Felipe.
En 1312 la presencia Templaria comienza a diluirse, un hecho que se materializa en el continuo cambio de propiedad de la ciudad y el propio castillo, repartida entre la realeza y la clase noble, motivada siempre por sus intereses. Desde 1340, cuando Alfonso XI dona Ponferrada a Pedro Fernández de Castro, la titularidad, -que hasta llega a ser intervenida por los Reyes Católicos-, se disputará a lo largo de los siglos. Su declive tiene lugar desde mediados del siglo XIX, cuando el Ayuntamiento vende los muros y arrienda su interior como zona de pasto. Será en 1924 cuando alcance el título de Monumento Nacional y el raciocinio impere en pos de su conservación.
Los propios Templarios expandieron el castillo como defensa del Camino de Santiago y la protección de los peregrinos, finalizando en 1282. Posteriormente se han sucedido varias ampliaciones en los siglos XV y XVI y XIX, hasta aportarle la apariencia actual ya en el siglo XX. Al edificio, con planta cuadrada, se accede cruzando un foso sobre puente levadizo y más adelante, dos grandes torreones con almenas únicos por un arco. Sus doce torres originales reproducían los trazos de las constelaciones.
Una fortaleza que ha sido testigo de nueve intensos siglos de historia entre los que sobresale una presencia de leyenda, casi mágica, sólo capaz de inspirar la recreación de años de prosperidad que involucran año tras año a cientos de adeptos a los enigmas de la Orden del Temple en Ponferrada.