La Costa Ciclópea, unos kilómetros al Norte de Catania , Acireale, Acitreza y Acicastelo , nos evoca una de las escenas más conocidas de La Odisea, la del desembarco de Ulises y sus chicos , su captura por el Polifemo y su huida, tras cegar su único ojo, a lo que, lógicamente irritado, responde lanzándoles enormes pedruscos. Todo está claro visto desde el lugar en el que ocurrieron los hechos. Polifemo es el Etna, omnipresente en la zona, al que se acercan los griegos fascinados por su tamaño y por el humo que surgía de sus cresta; su único ojo, el cráter; y las piedras que lanzaba, enormes pedazos de lava de la erupción que estaba teniendo lugar y de la que el Rey de Ítaca y sus muchachos escapaban lo más raudo que podían. Los peñascos siguen ahí en forma de islotes cilíndricos hermosos y agresivos.

Siguiendo hacia el Norte, Taorminaes el único lugar realmente turístico de la excursióny la ciudad más visitada de toda Sicilia, no solamente debido al atractivo de sus restos griegos y romanos, sino especialmente por contar con las mejores playas de la zona. La gran vista, desde el teatro griego, de la bahía de Naxos abajo y del Etna arriba, compone una de las mejores postales de la Isla.

La siguiente parada es Mesina, en cuyo estrecho del mismo nombre las sirenas tentaron a nuestro hombre. Estrecho vigilado por Escila, en la Península, y Caribdis, en la Isla; monstruos que unas veces dejaban pasar a los aventurados marineros y otras, simplemente, se los comían en lo que era, al parecer, una costumbre de la zona.

La ciudad tiene más historia (tres mil años) que presente. De origen griego, jugó un papel importante en las guerras civiles tras la muerte de Julio César, al ser la base de Sexto Pompeyo en su lucha con Augusto.

En 1548, San Ignacio fundó allí el primer colegio de los Jesuítas, antecedente de la actual Universidad. De su puerto partieron los barcos cristianos para la batalla de Lepanto en 1571, que es recordada con una magnifica estatua de D. Juan de Austria en la Plaza denominada, justamente, de Lepanto.

Los turistas, mayoritariamente de cruceros, se amontonan frente al Duomo, reconstruido, como el resto de la ciudad, tras el terremoto de 1908; y ni se acercan al Museo Regional de Mesina que alberga dos joyas de Caravaggio, el gran pintor del barroco, nacido precisamente en el mismo año de la batalla de Lepanto: ?La Adoración de los Pastores? y? La Resurrección de Lázaro?. El pintor realizó estas obras de gran tamaño un par de años antes de su muerte en Puerto Ercole. De un naturalismo extremo, son dos de las mejores piezas del malencarado pintor lombardo. Como diría la Guía Michelin, merecen el viaje.

Desde Mesina se embarca en el ferry para trasladarse a la península, a la Región de Calabria. El famoso puente que tenía que haberse construido en tiempos de Berlusconi se quedó en proyecto y, en mi opinión, bien está que permanezca en el limbo de los justos, evitando que se nos escape a los viajeros la emoción de los viajes en barco, especialmente cuando se trata de cruzar estrechos.

En Regio de Calabria (Rijoles en castellano), ciudad todavía más antigua que Mesina e igualmente destruida por el terremoto y el tsunami de 1908, procede ir directamente al Museo Regional. En él, se pueden ver los bronces de Riace, que se muestran en toda su desnudez a disposición de los pocos visitantes. Pocos son los aventureros, bienaventurados, que no solo creen que los bronces merecen el viaje, sino que además han tenido la ligera osadía y el tiempo para llevarlo a cabo.

Las esculturas, de un poco más de dos metros de altura y del siglo quinto antes de Cristo, son los bronces más hermosos de la antigüedad que han llegado hasta nosotros. Poca importancia tiene la discusión de los expertos sobre si son atletas o guerreros, o porque terminaron en el mar, a solo ocho metros de profundidad, donde esperaron tranquilamente un par de milenios a que un pescador de Riace los enganchara con sus redes en 1970. Lo que importa es el placer estético al observarlos, la perfección de sus formas, nunca superada.

De vuelta a Catania, ligeramente al sur, no se puede dejar de visitar Siracusa, la segunda fundación griega en la Isla, después de Naxos en el S. VIII antes de Cristo.

Los restos arqueológicos están concentrados en la Neopolis, es decir la Ciudad Nueva, que solo tiene 2.500 años. El anfiteatro griego o el teatro romano son algunos de ellos. También es interesante la famosa oreja de Dionisio, una cueva donde el tirano local enviaba a los prisioneros. La buena acústica del lugar permitía a los hombres de Dionisio escuchar las confidencias que los desdichados prisioneros se hacían entre sí, parecido a lo que hace la Agencia Nacional de Seguridad americana hoy día.Y finalmente, la llamada tumba de Arquímedes, disculpa para recordar al turista quien tiene el copyright de persona tan conocida.

Antes de regresar es imprescindible desviarse unos ochenta kilómetros hacia el centro de la Isla para visitar Piazza Armerina y los mosaicos de la Villa Romana del Casale- finca agrícola de calidad imperial construida en el tardo imperio-, más de tres mil metros cuadrados de extraordinarios mosaicos muy bien conservados tras haber permanecido sepultados bajo el barro de una inundación, y que solo han salido a la luz tras las excavaciones iniciadas en 1950.

Mosaico Villa Casale

La última parada tras una intensa semana es la propia Catania, fundada a comienzos del S.VIII antes de Cristo, al igual que otras ciudades visitadas. Y siete veces destruida tanto por las erupciones del vecino Etna como por terremotos.

La capital del Este ha sido visitada y conquistada, como toda la Isla, por fenicios, romanos, árabes, normandos, bizantinos, aragoneses, franceses, borbones, piamonteses al mando de Garibaldi, alemanes, aliados en 1943 y, finalmente, italianos, al decir de algunos sicilianos.

La actual Catania es una ciudad barroca de los siglos XVII y XVIII que da una impresión de abandono y desgobierno. Unos pocos turistas visitan el Duomo y algunos estudiantes locales el magnífico teatro grecorromano. Sin embargo, lo más interesante es el mercado de La Pescheria, cuyo nombre lo indica todo. Mucho más interesante que un acuario. El hijo más ilustre de la ciudad, Vinzenzo Bellini, se escapó a edad temprana y no está enterrado en el cementerio local sino en el Pere Lachaise de Paris.

Desgraciadamente no hay viaje a Sicilia en el que el viajero no se enfrente al intento de estafa, a veces exitoso. El taxista de Siracusa que tiene el taxímetro oculto, cubierto con un papel, y que, al solicitarle que lo quite, se descubre que ya iba por once euros, o la empresa de alquiler de coches del aeropuerto de Catania, AP Transfers, que nos carga 300 euros de más en la tarjeta de crédito por unos daños inexistentes.