Destinos
“¿Para qué venís a un pueblo a hacer turismo rural?”
Se viraliza la denuncia de un pastor sobre el cierre de un gallinero, debido a que el canto de los gallos molestaba a los huéspedes de un hotel rural
“A los inquilinos del hotelito rural les molestaba el canto de los pites (gallos), porque cantaban a horas intempestivas. Horas intempestivas, ¿qué horas son, majos? Porque una hora intempestiva para mí son las 3 de la mañana, cuando los inquilinos de las casas rurales están con la música en el jardincito chunda, chunda, chunda, chunda… a las 3 de la mañana y nunca nadie protestó”.
Así ha reaccionado Nel Cañedo, pastor en los Picos de Europa (Asturias), a la decisión de un juez de cerrar un gallinero porque el canto de los gallos molestaba a los huéspedes de un hotel rural. Se trata del Picos de Europa, cuyo propietario presentó una denuncia por el ruido generado por las aves, que impedían descansar a sus clientes.
El juez terminó fallando a favor del hotelero, José María García, alegando que el ruido sobrepasaba lo permitido por la ley y ordenó el cierre del gallinero. García manifestó en declaraciones a El Comercio, que incluso tenía que repartir tapones entre sus clientes porque no podían dormir por las noches. Por su parte, el dueño del gallinero, Fernando Villarroel, anunció que presentará un recurso.
Lo cierto, es que se trata de una noticia un tanto insólita que pone en cuestión si los turistas buscaban de verdad una experiencia rural. De todo ello, lo que más ha trascendido del caso es la reflexión realizada por Cañedo, la cual grabó en vídeo y posteriormente subió a sus redes sociales, haciéndose viral rápidamente.
“Que un pollo cante a las 7 de la mañana, a las 6, que es cuando empieza a salir el sol, es lo normal. Pa qué me cago en dios venís a un pueblo a hacer turismo rural, encima llamarlo rural…”, espetaba el enojado pastor, mientras paseaba con sus perros.
Cañedo insiste en que lo normal en los pueblos es que haya gallos “no que un tipo consiga que se cierre un gallinero”. A posteriori, se dirige al dueño del hotel rural para recordarle que este tipo de establecimientos tiene unas características determinadas, como que en los pueblos hay gallos, vacas y tractores, que cantan, “cagan” y "meten ruido".
También le insta a invertir en su hotel, para instalar “ventanas como dios mandan” que aíslen del ruido y así “ya no habría ningún problema”. En esta línea le recrimina que haya tomado la “vía fácil” de denunciar al vecino. Por último, indica que la culpa de todo la tiene el juez porque “a nadie se le ocurre tramitar ese tipo de denuncias. No estás completo: te falta una patatina para el kilo… o dos”.
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