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Torres de piedras: la moda que implica riesgos medioambientales
La realización de torres con piedras implica procesos erosivos que afectan al suelo y a la vegetación y fauna que dependen de los cantos
El ser humano, irremediablemente, siente la necesidad de dejar huella allá donde está de paso. Escribe mensajes en la arena húmeda con la punta de los pies. Dibuja en una piedra, con otra que logra el efecto tiza, un nombre y una fecha o inmortaliza el atardecer en la playa, registrando cómo el mar devora a un sol anaranjado que lo tiñe todo a su paso.
En la actualidad, parece que los turistas han importado una nueva moda a España, sobre todo a los litorales y montes de las Islas Baleares y Canarias: apilar piedras hasta crear torres espectaculares, sacarse la foto pertinente (primer mandamiento de la era Instragram) y, a posteriori, dejar la obra arquitectónica intacta, lo que puede ocasionar daños fatales para el medio ambiente.
Al ser consultado por Tourinews, Francesc Xavier Roig i Munar, doctor en Geografía y Geología y consultor ambiental de QU4TRE, niega que esta actividad sea cosa de los visitantes: “Esta moda no está solo circunscrita a turistas. Gente de Baleares o de Canarias, con mentalidades también de viajero por Asia lo practican”. Además, repara en que, en invierno, temporada baja en Ibiza o Formentera, “los montones también se pueden encontrar” en estas islas.
De lo que no tiene dudas es del impacto medioambiental que implica esta moda, pues pese a que la piedra “aparentemente no tiene ninguna función” cuando se retira de donde está se “generan procesos erosivos asociados a la misma por descalce, que afectan a la vegetación asociada a dicho canto y a la fauna o microfauna”.
De hecho, retirar las piedras del suelo perjudica a plantas “muy concretas” que han logrado adaptarse a estos entornos, “sobre todo en espacios áridos”, ya que “encuentran en el suelo que protege la piedra” la humedad que necesitan para sobrevivir. Consecuentemente, esta actividad afecta a los insectos y así, a los predadores, perjudicando a la cadena alimentaria en su totalidad.
Además, la recolección de piedras de forma aleatoria “sin ningún control, da lugar a la desprotección del suelo en caso de lluvia o viento”, favoreciendo la erosión. Incluso, cuando el hacedor de estos montículos no encuentra más cantos tiende a “desmontar el patrimonio etnológico, que son las paredes secas”, algo que ocurre de forma “típica en Ibiza y Formentera”. En este sentido, se acaba con la función de estas arquitecturas: “retener el suelo para la agricultura”, provocando también procesos erosivos. Por otro lado, la construcción de estas torres en las montañas puede terminar por confundir a los excursionistas que transitan por las zonas, ya que las pueden interpretar como "conitos" o indicadores que marcan los senderos.
Roig asegura que esta actividad no tiene la misma incidencia en las costas que en los montes y litorales, ya que en las playas, un temporal puede “renaturalizar” el ecosistema “en cuestión de meses o semanas”, mientras que en los sitios “no dinámicos”, como las montañas, el daño medioambiental es mayor.
Lugares más afectados
Cabe destacar, que estos montículos son frecuentes en espacios de gran atractivo natural, por lo que, tal y como asevera el consultor medioambiental, los usuarios tienden a alterar el paisaje que “precisamente iban a ver”. Para él, la práctica es un “absurdo” y considera que es mejor tomarse unas cervezas o contemplar la estampa en lugar de “deslomarse haciendo montones”.
La edificación de torres afecta, principalmente, al litoral de las Islas Baleares y Canarias, siendo algunas de las zonas perjudicadas del archipiélago balear: ses Illetes (Formentera); ses Salines, punta de N'Amer y Cala Mesquida (Mallorca); Cavallet (Ibiza); y Cala Binimel-la (Menorca).
En Canarias, la isla que sufre mayor presencia de estos montículos es Tenerife, concretamente las costas sureñas de Arona, Adeje y Arico, así como el Parque Natural del Teide, espacio protegido en el que no se debería tocar ni una piedra. Sin embargo, estas torres también se han detectado en lugares de Fuerteventura y Lanzarote.
Actuación institucional
Para evitar el impacto de esta práctica, Roig recomienda desmontar las torres por completo, devolviendo los cantos al suelo. En el caso de que las piedras pertenezcan a las paredes arqueológicas, lo aconsejable es reubicarlas en dichas fachadas.
Precisamente, el doctor en geología elaboró un informe explicativo para Formentera sobre cómo derribar las torres presentes en el litoral de la Isla. Y es que, pese a que no existe una normativa que sancione esta práctica, las autoridades baleares no la han pasado por alto. El Consejo Insular de Formentera ha organizado jornadas para deshacer los montículos, recolocar las piedras y así restaurar las costas, mientras que el de Menorca ha colgado carteles que advierten sobre los efectos dañinos de esta moda.
Al mismo tiempo, el servicio de agentes de Medio Ambiente del Gobierno balear ha emitido diferentes mensajes de concienciación ciudadana a través de plataformas sociales. En su cuenta oficial de Twitter se pueden leer mensajes como: “Contempla, pasea y disfruta, pero deja el litoral tal y como es”.
Desde del Parque Nacional del Teide comentan a Tourinews que esta práctica no tiene tanta incidencia en el espacio protegido como en las costas tinerfeñas y que suelen ser los usuarios y agentes quienes informan sobre la presencia de los montículos, procediendo a posteriori a su retirada. Incluso, si encuentran a alguien construyendo una torre le advierten sobre su ilegalidad y, si fuera necesario, abrirían un expediente sancionador en su contra.
Con respecto a si las instituciones deberían endurecer la normativa y sancionar a los autores de estas construcciones, Francesc Xavier Roig i Munar determina tajantemente que primero “hay que pillarlos”, labor compleja porque hay que “andar bastante” para localizarlos en plena acción. Además, entiende que “los forestales en verano tienen otras prioridades”.
Origen
Precisamente, Roig evita responsabilizar a los turistas de estas actividades porque son muchas las personas locales que han viajado a países asiáticos, por ejemplo a Nepal, y se han “emborrachado de su cultura”, por lo que al volver a su tierra natal ponen en práctica la elaboración de estas torres “extrapolando culturas a espacios mediterráneos que no tienen nada que ver con eso”.
De hecho, el origen de esta actividad se atribuye a la tradición budista y taoísta, que apilan piedras como representación del equilibrio interior. Sin embargo, son muchas las civilizaciones del Globo que a lo largo de los tiempos han amontonado piedras hasta conformar torres con distintos fines, pero nunca cormo divertimento o alardeo de sus capacidades.
Los indígenas de los Andes, en América del sur, edificaban estas construcciones (denominadas ‘apachetas’) en los caminos como ofrenda a los dioses, a quienes rogaban su protección en los viajes. Mientras, en el norte de América, los pueblos del Ártico construían los ‘inukshuks’, que se cree que se utilizaban como punto de referencia en la navegación y trayectos a pie. A su vez, en las zonas altas de Irlanda existen las torres de piedras llamadas ‘cairn’, que se utilizaban con fines funerarios, concretamente para señalizar las zonas de enterramiento.
Arte y competiciones
A pesar de su impacto medioambiental, el atractivo singular de estas construcciones es innegable. Tal es así, que esta actividad se considera un arte, incluida en la categoría ‘Land Art’. De hecho, muchas de las formaciones conseguidas parecen fruto de la magia, pues cuesta creer que un piedra de pequeñas dimensiones soporte a otras más grandes sin adhesivos de por medio.
Estas edificaciones son posibles gracias a los puntos de contacto que posee cada piedra. Para lograr el equilibrio, los cantos deben poseer tres puntos de contacto (cuanto más separados mayor estabilidad) que conforman una especie de trípode, lo que permite el apoyo de unas en otras.
La construcción de torres con piedras requiere de tal habilidad que incluso existen competiciones, siendo la más importante de ellas el ‘Campeonato Mundial de Apilamiento de Rocas’ que se celebra anualmente en Texas, a orillas del río Llano. Este concurso comenzó a celebrarse a nivel europeo en 2017, denominándose ‘Campeonato Europeo de Apilamiento de Piedras’.
Entre los equilibristas de cantos más populares se encuentra el español Pedro Durán (Arcos de la Frontera, Cádiz), campeón de Europa de la categoría ‘Equilibrio de piedras’ de 2017. Durán manifestó, en unas declaraciones realizadas a El País, que sus obras son efímeras, ya que al finalizarlas devuelve “cada piedra a donde estaba porque no es estético ni bello poner todo patas arriba”.
Además, Roig i Munar apunta que estos concursos se suelen celebrar a orillas de ríos o en playas, es decir, en espacios dinámicos donde las torres tenderán a derrumbarse de forma natural.
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