Las kellys son “las que limpian”. Trabajadoras, en su inmensa mayoría mujeres, que entran en la habitación de un hotel y durante unos minutos se inmiscuyen en la intimidad de los huéspedes de un complejo turístico. Ellas son las que doblan el pijama del cliente; las primeras que le dan los buenos días si los ven salir de la habitación; las que deducen de primera mano si han pasado una buena o mala noche; incluso son las que descubren rasgos tan personales como íntimos: sin son desordenados, si son limpios, si tienen manías concretas o, quizás, preferencias exquisitas.
Según una encuesta elaborada por la web hotels.com, la limpieza, junto con el wi-fi y el tamaño de la habitación, está entre los tres factores más valorados por los huéspedes de un hotel. Sin embargo, la realidad a la que, en muchos casos, se enfrentan las trabajadoras del servicio de limpieza dista mucho del servicio de calidad y excelencia que les exige su empleo.
En el último programa de Bungalow103, de Capital Radio, se analizó la situación laboral de estas profesionales que denuncian precarización del trabajo y sueldos que no llegan al mínimo interprofesional. Según Isabel Cruz, portavoz de la asociación Las Kellys de Barcelona, “la asociación se formaliza hace unos dos años”, cuando su situación empezó a empeorar de manera sustanciosa. Según Cruz, “a raíz de la reforma laboral de 2012 se facilita la externalización del servicio de limpieza” y, desde su perspectiva, dicha práctica empresarial “implica cobrar menos, más carga de trabajo y menos representación colectiva”.
Pero ¿Hay que demonizar la externalización?
En este punto el debate está servido. El colectivo de Las Kellys es tajante “no estamos a favor de la externalización en ningún caso”. Sin embargo, como casi siempre la realidad tiene matices y según Elena Toledo, responsable de Recursos Humanos de la cadena Be Cordial & Resorts, “la externalización no es negativa siempre y cuando se cumpla el convenio de hostelería”. Un convenio que no siempre se respeta en las empresas multiservicios que asumen el departamento de limpieza de los complejos y que lo sustituyen por un convenio de empresa.
La realidad turística
El negocio turístico es una actividad económica que está en pleno esplendor y que ha alcanzado cifras nunca vistas debido, según afirma Elena Toledo, a la “incomparecencia del contrario”. La inseguridad que ofrecen destinos competidores del Mediterráneo, el terrorismo y el enclave estratégico de nuestro país han propiciado que en 2016 llegasen más de 75 millones de visitantes. Sin embargo, más allá de las cifras macroeconómicas y de la estadística, no hay que olvidar que el turismo es un negocio variable y cambiante: temporadas altas y bajas, ley de oferta y demanda, y un difícil equilibrio de mercado al que se suma la competencia desleal de muchas empresas de la denominada “economía colaborativa”. Por su parte, desde la Federación de Empresarios de Hostelería y Turismo de las Palmas (FEHT) alientan a exigir una situación de empleo digna. De hecho, José María Mañaricúa, presidente de la FEHT, afirma que desde la patronal "animan a denunciar los casos de explotación e ilegalidad".
En definitiva, la realidad de las limpiadoras de la limpieza es compleja. Y a pesar de los avances en los convenios colectivos de comunidades como Benidorm, Baleares o Las Palmas (que exigen, entre otras demandas, que se considere a la limpieza como parte estructural del hotel) muchos acuerdos aún están en pleno proceso, como en el caso de Cataluña. Unas conversaciones entre patronales y sindicatos que buscan encontrar un equilibrio que beneficie a todos los actores del ecosistema turístico y que pretenden reconocer la realidad y las particularidades laborales de las denominadas Kellys.