Cuando en 1995 entró en vigor el Acuerdo Schengen que suprimía los controles de fronteras dentro de la Unión Europea, el mismo Coudenhove-Kalergi habría estado orgulloso de la Europa que se estaba creando. ¡Se cumplía el sueño de la unión sin fronteras!
Durante años, los estudiantes, empresarios y turistas de la Unión Europea han disfrutado de la libertad y la comodidad de viajar entre los estados miembros con el simple documento identificativo de su país. La tendencia era positiva, todo era sentimiento comunitario y alegría, y cada vez más países formaban parte del plan. Incluso estados no miembros de la Unión Europea como Noruega, Islandia, Suiza y Liechtenstein firmaron el acuerdo.
La crisis migratoria, surgida de la Primavera Árabe y agudizada por la guerra de Siria, ha cambiado el guión. El comportamiento de naciones europeas como Hungría o Croacia, que es miembro pero aún no forma parte del Acuerdo, presagiaba un cambio en la mentalidad de fronteras abiertas en Europa. Más allá de estos países, que son primera línea de recepción de refugiados, otras regiones se han sumado a este cambio.
Suecia ha incrementado los controles de seguridad en sus fronteras con Dinamarca y, precisamente, el país danés ha sido el segundo en seguir estos pasos. Alemania, Austria y Eslovaquia han implementado controles fronterizos por carretera para hacer frente a los movimientos de los refugiados en Europa Central.
¿Son estos los primeros compases del fin? En principio, suponen una gran cantidad de inconvenientes para los turistas, ya que sus viajes se ven empañados por largas colas de espera, atascos y tediosos controles. El impacto que tenga este estrangulamiento de los flujos entre países en el turismo, más allá de las incomodidades, aún está por ver.
En esto tienen mucho que decir los países del sur de Europa en sus fronteras del norte. La fluidez del tránsito es clave para el turismo, sector fundamental para las economías de España, Grecia e Italia. Aunque el Ministro del Interior español, Jorge Fernández Díaz, ya ha comunicado la intención de endurecer las inspecciones fronterizas modificando Schengen.
No obstante, lo que sí está meridianamente claro es que nos hallamos ante el fin de una mentalidad, ante el crepúsculo de la Europa unida. Y, también, ante la comprobada incapacidad de los organismos europeos de dar respuestas concretas y efectivas ante los problemas que acechan a las puertas del viejo continente y a los que habitan en su mismo corazón. Ante esta perspectiva, sólo podemos preparar un sepelio para Schengen. Descanse en paz.