La recuperación de lo antiguo es cada vez más común, ya sea en la moda, el arte o incluso en los elementos arquitectónicos de las ciudades, y el turismo no podía quedar al margen de esta tendencia. Estaciones reconvertidas en hoteles, antiguos palacios que pasan a ser museos o viejas fábricas que se transforman en espacios gastronómicos de primer nivel.
“En edificios históricos con un uso moderno, el usuario obtiene un plus cultural e histórico”, así explica esta tendencia Antonio Ortiz, socio fundador de Cruz y Ortiz Arquitectos. En una entrevista para Tourinews, Ortiz también narra cómo afronta un estudio de arquitectura este tipo de proyectos y las vicisitudes con las que se pueden encontrar durante el proceso.
Con oficinas en Madrid, Sevilla, Ámsterdam (Países Bajos) y Lugano (Suiza) y fundado en 1974, se trata de un estudio de arquitectura con amplia experiencia en el campo de las reconversiones de edificios para un nuevo uso.
Pregunta (P): ¿Nos podrías acercar un poquito a Cruz y Ortiz Arquitectos?
Respuesta (R): Bueno, somos una oficina que ya tiene bastantes años. La fundamos mi socio Antonio Cruz y yo a principios de los años 70. Y hemos desarrollado gran parte de nuestro trabajo en Sevilla y Madrid, en España, y tenemos oficinas también en Ámsterdam (Países Bajos), donde hemos trabajado desde los años 90. Y también en Lugano (Suiza).
(P): ¿Cómo se enfrenta un estudio de arquitectura a un proyecto de reconversión de infraestructuras para darles un nuevo uso, en este caso, turístico?
(R): Es difícil, aunque desde mi punto de vista es mucho más difícil reconvertir un edificio que construirlo nuevo. Nosotros tenemos mucha experiencia, lo hemos hecho en museos, hoteles, bibliotecas… es algo que nos gusta y que está absolutamente lleno de lógica porque hay que aprovechar lo que tenemos ya construido y eso es evidente desde cualquier punto de vista, no digamos desde el medioambiental.
(P): ¿Cómo se encuentra un equilibrio entre el romanticismo y el pragmatismo?
(R): Ahí está la dificultad, yo creo que hay ciertas recetas que se pueden usar: como hacer una arquitectura moderna, no excesivamente abstracta, compartir espesores y tamaños con la arquitectura histórica existente, pero la garantía de éxito no está garantizada. Yo creo que es un trabajo para arquitectos con bastante experiencia, que no abusen del contraste entre lo que obligatoriamente ha de ser nuevo y lo que deseablemente debe permanecer de lo antiguo.
(P): ¿Pero existe el romanticismo en los proyectos? Es decir, promotores que pidan mantener o conservar ciertos aspectos y que los más pragmáticos tengan que decir “esto no sirve o va a ser incómodo en el nuevo uso del espacio”.
(R): En general, eso viene ya definido por los catálogos de protección de monumentos y de edificios históricos, en casi todas las ciudades ya los hay, son muy exhaustivos y protegen, no solamente edificios, sino que muchas veces cataloga partes concretas del mismo. Es decir, que buena parte de esas decisiones ya están tomadas. Ahora bien, si me está preguntando por un cierto romanticismo de los promotores, yo tengo que decir que es mucho más difícil controlar un proceso de este tipo que hacerlo en un edificio nuevo. Por ello, hay fondos de inversión y compañías que tienen como único objetivo la obtención de beneficios y por eso tienen prácticamente vetado iniciar proyectos, no ya en edificios históricos, sino incluso en centros históricos, porque ya saben las dificultades patrimoniales que se van a encontrar. Pero un cierto punto de ilusión y romanticismo por parte de los promotores sí que hace falta en este tipo de proyectos.
(P): ¿Qué limita más un proyecto de reconversión? ¿Las administraciones o el presupuesto?
(R): Bueno, la limitación económica es algo que existe siempre. Casi todo proyecto, sea un proyecto de restauración o proyectos abiertos, siempre tienen unos límites económicos. Lo que sí es cierto es que al entrar en proyectos que tienen una parte importante de restauración, uno puede llevarse muchas sorpresas. Cuando en el edificio se demuelen ciertas partes o cuando se hacen excavaciones arqueológicas, muchas veces no se sabe qué se va a encontrar y eso se traduce luego en plazos o dilaciones. Esto es un poco a lo que me refería antes cuando aludía a que hace falta que los promotores aporten un granito de ilusión.
(P): ¿Y pueden existir diferencias entre un promotor y el cliente final? ¿Se hace un trabajo previo para hacerle ver al promotor cuál va a ser el uso que va a hacer el cliente final?
(R): Bueno, depende... Incluso hay ocasiones las que no se sabe muy bien qué hacer con el edificio y entonces piden ideas a los arquitectos o contratan estudios de mercado para que les sugieran diferentes posibilidades. En estos momentos, y dado el boom turístico, la opción hotelera o de restauración es casi una de las primeras que surge.
En España se destruyó muchísimo y se cambió muchísimo patrimonio
(P): ¿Por qué gustan tanto los edificios antiguos o históricos con uso moderno?
(R): Yo creo que cuando se hacen bien las cosas son muy agradecidas. Digamos que el usuario obtiene un plus cultural e histórico o incluso de estar viviendo en un edificio más genuino que cuando es simplemente algo nuevo. Yo creo que tiene un interés especial. Además, en general, estas infraestructuras están situadas dentro de los centros históricos, muy céntricas y muy dentro de la ciudad, lo que es una ilusión adicional, el estar bien situado.
(P): Al igual que se adapta el uso del edificio o infraestructura, ¿también se adapta el modo o las técnicas de trabajo para la reconversión?
(R): Muchas veces es difícil recurrir a las técnicas con las que se construyó el edificio original, porque esas técnicas han desaparecido. Algunas sí se adaptan y otras no. Otras han sido sustituidas por técnicas nuevas y lo lógico es utilizar las nuevas. Si hubieran estado a disposición del arquitecto que hizo la construcción original, las hubiera usado sin ninguna duda.
(P): En este tipo de proyectos, muchas veces se oye el “ya que”: “ya que estamos en esto, ¿por qué no arreglamos esto otro también?”. ¿El “ya que” supone siempre un sobrecoste?
(R): Sí, sin duda. En cualquier proyecto, la planificación tendría que ser una garantía de certidumbre, desde los tiempos a la inversión, pero cuando un edificio nos da algún tipo de sorpresa, evidentemente, eso se traduce en cambios, en problemas, en situaciones a resolver... Por otro lado, es apasionante, a nosotros es un tipo de trabajo que nos gusta mucho.
(P): Ustedes tienen oficinas en Sevilla, Ámsterdam, Lugano… ¿somos los españoles respecto al resto de países más de conservar o menos?
(R): Ahora es posible que incluso más, antes muy poco, mucho menos. Aquí en España se destruyó muchísimo y se cambió muchísimo patrimonio. Los años 70 fueron años terribles para los centros históricos y para el patrimonio, ahora seguramente puede ser que estemos en el otro extremo del péndulo. Esta es una cuestión un poco pendular, pero es un poco igual en todas partes. En cuestión patrimonial, no haría yo demasiadas diferencias entre Suiza, Holanda y España. Estamos en la misma onda. Pero antes no, España era un país muy poco cuidadoso con estos aspectos.
(P): ¿Cuándo no tiene ningún sentido “rescatar” un objeto o un lugar?
(R): Pues tiene mucho que ver con lo que quede de él. Esto quiere decir que si tenemos un palacio y a ese palacio le falta una bisagra determinada, lo más lógico es reproducir una bisagra histórica como la que tenía el palacio, pero si lo que tengo es una bisagra, no tiene ningún sentido reconstruir un palacio en torno a la bisagra. Es una cuestión de proporción y de sentido común. En ese balance y en esa dificultad es donde los arquitectos y las autoridades patrimoniales, que tienen que aprobar lo que vamos haciendo, tenemos que movernos.