Normalmente, son los pasajeros de avión quienes focalizan sus críticas en las compañías aéreas, siendo frecuentes las quejas por los retrasos, servicios ofertados, instalaciones o por la facturación del equipaje de mano por falta de espacio en la cabina. No obstante, los auxialiares de vuelo también tienen mucho que recriminar a los viajeros.
De hecho, la tensión entre los pasajeros y las aerolíneas no ha hecho más que crecer en los últimos años. Una encuesta elaborada por AirHepl refleja el malestar mutuo que experimentan tanto los clientes como tripulantes de cabina. Los viajeros critican la falta de información y de tacto que las compañías ofrecen cuando surgen problemas con el vuelo, así como la antipatía mostrada por los azafatos.
Mientras que los auxiliares denuncian que cada vez son más los pasajeros con conductas agresivas. Y es que, según datos de la IATA, 169 viajeros tuvieron que ser atados a sus sillas en 2016 por no querer sentarse. Esta agresvidad suele acusarse por el consumo de alcohol y el escaso espacio destinado al equipaje de manos. Sin embargo, la agresividad no es la única conducta que los auxiliares de cabina detestan de los pasajeros.
En este sentido, los tripulantes aborrecen que los clientes se descalcen, no solo por el olor que desprenden los pies y la falta de higiene que supone, sino también porque suelen transitar descalzos por los pasillos y baños del avión, pisando todo aquello que se encuentren a su paso.
Al mismo tiempo, los auxiliares no soportan las faltas de respeto que los pasajeros manifiestan. Algunas de ellas son: adoptar posturas poco ortodoxas para viajar 'más cómodos', colocando, por ejemplo, los pies en el respaldo del asiento delantero, exigir menús tan elaborados como los de un restaurante con estrella michelin o incumplir las normas, como cuando un pasajero sigue utilizando el whatsapp a pesar de que haya sido anunciado el inicio de la maniobra de despegue.