En 2019 se popularizó una corriente nacida en Suecia conocida como flygskam o vergüenza a volar, por el que  muchos viajeros decidieron renunciar a volar en avión debido a su preocupación por la huella de carbono. En julio de 2020, tras la relajación de las medidas restrictivas durante la pandemia del Covid-19, se produjo en Estados Unidos otro fenómeno social: la gran renuncia (great resignation) por la que muchos trabajadores, especialmente de los sectores de hostelería, dimitieron de sus puestos de trabajo con los que estaban insatisfechos.

Ahora, podría estar en ciernes un nuevo fenómeno que aúna ciertos aspectos de ambos, y es que se empiezan a producir casos de pilotos que renuncian a una larga carrera y a un puesto establecido por sus preocupaciones por el medioambiente.

Este es el caso de Anthony Viaux, un comandante que trabajaba para Air France y que, tras una trayectoria de 20 años, decidió abandonar la industria de la aviación. "Realmente amaba trabajar en Air France, pero hoy siento la necesidad urgente de realinearme con mi brújula moral que me dice que mis convicciones no están en consonancia con mi profesión", explica el piloto en una publicación en la que comparte los motivos de su decisión.

Ha revelado que es una de las cosas "más locas" que ha hecho en su vida, pero que era la única vía para "aligerar el peso de la eco-ansiedad" que le estaba carcomiendo. Admite que hay industrias que son mucho más contaminantes que la aviación —cuyo impacto se estima en un 5%—y a la que considera que no habría que demonizar, pero sostiene que los profesionales no deben escudarse en ello para no tener preocupaciones medioambientales. "Cada vuelo y su magia tiene un alto precio, los tanques de mi Airbus no están llenos de palabras o sueños, sino de petróleo, destinado a ser quemado", asevera en su escrito.

“Por supuesto, soy consciente de que mi dimisión no salvará el planeta, pero no podré quemar miles de litros de queroseno cada vez que voy a trabajar", ha recalcado.