Durante la jornada de ayer todas las alarmas saltaron cuando desde Buckingham anunciaron una rueda de prensa con la que algunos medios especularon sobre una posible abdicación o problemas de salud de la actual reina: Isabel II de Inglaterra. Sin embargo, se reveló finalmente que Felipe, duque de Edimburgo, de 95 años se retirará de las tareas oficiales.
Cualquier noticia que afecte a la realeza británica no debe ser tomada a la ligera puesto que hablar de ella es sinónimo a hablar de Gran Bretaña. Y es que entre los muchos atractivos turísticos que atesora Reino Unido y que consiguieron captar la atención de 37,3 millones de turistas en 2016 (+3%) que gastaron aproximadamente 2.593 millones de euros, también se encuentran la monarquía y su patrimonio.
Además de su evidente influencia cultural sobre la sociedad británica y la de los países de la Commonwealth, su rentabilidad como reclamo para visitantes no es tan sólo un concepto abstracto, sino que tiene un valor real.
El valor de la monarquía
Y es que más que una institución nacional y un símbolo religioso, los Windsor son una marca. Según un informe elaborado en 2015 por la firma especializada en la valoración de negocios, Brand Finance, su valor alcanza los 66.840 millones de euros. En esta estimación se incluyen tanto los bienes tangibles (los inmuebles de la Corona, los ducados de Cornwall y Lancaster y las Joyas de la Corona) como la ya mencionada imagen de marca o los beneficios derivados de sus propiedades.
En 2015, se cifró la contribución neta de la realeza a la economía del país en 1.361 millones de euros. Esta cantidad se obtiene de restar los costes que supone la Corona al país (entre los que se incluyen la seguridad, el mantenimiento de los palacios o la Subvención Soberana) a los ingresos que genera. Entre las principales fuentes de recaudación se encuentra el turismo ya que, según el mencionado estudio, los ingresos turísticos relacionados con la monarquía y su patrimonio alcanzaron en 2015 un valor de 630 millones de euros.
La Realeza tiene mucho tirón entre los visitantes y no han desaprovechado la opción para hacer negocio de ello. La propia Casa Real cuenta con su propia franquicia de tiendas, la Royal Collection Shop, de souvenirs con seis establecimientos distribuidos en el Palacio de Buckingham (4), el Castillo de Windsor y el Palacio de Holyroodhouse.
La boda real
Pero no solo las tiendas oficiales son las que aprovechan el reclamo de la monarquía inglesa y el ejemplo más claro se produjo el 29 de abril de 2011, cuando el príncipe Guillermo, nieto de la actual soberana Isabel II, contrajo matrimonio con Catherine Middleton.
Un enlace que tuvo un coste de unos 23 millones de euros y que generó, según la firma PwC 126 millones para los hoteles y restaurantes del West End de Londres. A largo plazo, según estimaciones de la autoridad turística VisitBritain, la boda desencadenó un boom del turismo que supuso 4 millones de visitantes y 2.357 millones de euros, tal y como recogía The Guardian.
La reina más viajera
No es sólo una cuestión del turismo que atrae la monarquía británica a Reino Unido, sino también el impacto internacional que tienen sus visitas a otros países, que en este caso ha sido inmensa. Y es que desde que en 1953 accedió al trono Isabel II no ha parado y, pese a no tener pasaporte, ha acumulado millas de viaje hasta completar 42 vueltas completas al mundo visitando 120 destinos, según datos recopilados por la historiadora experta en realeza Kate Williams para el portal de reservas lastminute.com.
La monarca que más tiempo ha permanecido en el trono de Reino Unido también tiene el honor de ser la regente que más ha viajado. De hecho, el año posterior tras acceder al trono (de noviembre de 1953 a mayo de 1954) ya había recorrido 60.000 kilómetros y visitado 12 destinos pertenecientes a la Commonwealth. Además de los países de la mancomunidad, entre los que destacan sus 25 visitas a Canadá, sus destinos europeos favoritos son Francia y Alemania, mientras que sólo visitó España en una ocasión (1988).
Durante sus viajes se ha alojado en hoteles tan emblemáticos como el Waldorf Astoria de Nueva York o el St.Regis de Washington, pero también en otros más modestos como un Bed & Breakfast en Bristol.
Por su parte, los medios de transporte más comúnmente utilizados son el Yate Real Britannia, con el que navegó un millón de millas; y el Tren Real, que cuenta con sus propios chefs. A la hora de volar opta por jets privados en lugar de vuelos comerciales, aunque llegó a embarcarse en el Concorde en 1977.
Los souvenirs
En todos estos periplos, Isabel II ha acumulado una variopinta colección de recuerdos entre los que se encuentran una cría de elefante de Camerún y dos perezosos de Brasil, que posteriormente se incorporaron al zoológico de Londres; una miniatura de la Puerta de Brandenburgo (Alemania) hecha de mazapán; una pipa de la paz de Canadá; o una escultura de coral negro elaborada en las Islas Caimán.