Es por ello que, para solventar este problema -teniendo en cuenta que nuestros hábitos diarios muy difícilmente cambiarán-, Kevin Kumala, biólogo indonesio, ha diseñado unas bolsas biodegradables hechas con almidón de yuca, una planta que abunda en su país natal, y además, son elaboradas con la misma maquinaria que es utilizada para la fabricación de las de petróleo.
Las bolsas, que visualmente y al tacto son muy parecidas a las comunes, cuando acaban en el mar u océano, terminan convirtiéndose en agua y alimento para los peces, así como compost, en menos de 100 días. Su precio es de 5 centavos de dólar, un poco mayor al de las bolsas tradicionales, sin embargo, aportan un beneficio incalculable para la conservación de nuestro entorno.
El propio Kumala, para demostrar que el producto no es tóxico ni dañino, se gravó tomando un vaso de agua caliente que contenía un trozo de bolsa disuelto en ella.