El pasado 19 de septiembre apareció en la playa de Calella, a unos 55 kilómetros al norte de Barcelona, el cadáver de una tortuga de 200 kilos y dos metros de longitud de la especie Dermochelys Coriácea, una de las especies más grandes y más amenazadas. Para retirarla tuvo que utilizarse una grúa.
Aunque se traslado a la Facultad de Veterinaria de la Universitat Autòma de Barcelona para realizarle una autopsia, su avanzado estado de descomposición ha imposibilitado el estudio.
En 2011 apareció otro ejemplar de 420 kilos que había muerto enredada en un montón de boyas, cuerdas y cadenas.