Por décadas, el turismo ha sido la joya de la corona de la economía canaria y española. Cada año, millones de visitantes recorren nuestras playas, nuestras costas, ciudades históricas y rutas gastronómicas, dejando en el camino millones de euros, puestos de trabajo y oportunidades de crecimiento. Pero mientras nos seguimos felicitando por las cifras récord de visitantes, pocos quieren hablar del elefante en la habitación: el absentismo laboral. Y no es un problema menor. Es un cáncer silencioso que está comenzando a hacer metástasis en el sector turístico.
Cuando el compromiso desaparece, la calidad también
El turismo es, ante todo, una experiencia. No se trata solo de la playa, del paisaje o el monumento, sino de cómo te atienden en un restaurante, cómo te sonríen en recepción, cómo se limpia una habitación o se guía una visita. Y todo eso lo hacen personas. Personas que, cada vez más, no están en su puesto cuando deberían.
La falta de personal no siempre se debe a que no hay trabajadores disponibles. Muchas veces, hay contratos firmados, pero el puesto está vacío. Y cuando esto ocurre una y otra vez, sin justificación clara, el absentismo se convierte en una bomba de relojería.
¿Estamos ante un abuso estructural?
No se trata de criminalizar a quienes tienen una baja legítima. Pero tampoco podemos mirar hacia otro lado cuando ciertos mecanismos del sistema se convierten en vía libre para el absentismo crónico. Es necesario preguntarnos:
¿Se están aprovechando algunas personas de la flexibilidad de las bajas laborales? ¿Dónde están los controles? ¿Qué pasa con las empresas que no pueden cubrir puestos esenciales en temporada alta porque sus trabajadores “están, pero no están”?
Esta situación no solo encarece los costes de operación, también dispara la frustración entre empresarios y compañeros de trabajo, y pone en jaque la reputación del destino turístico.
El problema no es solo de los trabajadores
También es cierto que parte del absentismo se alimenta de condiciones laborales precarias, contratos temporales, sueldos bajos y jornadas eternas. Si pretendemos que alguien se levante con ilusión para atender a turistas en pleno agosto, bajo 40 grados, cobrando el salario mínimo y con turnos partidos, estamos siendo ingenuos o cínicos.
Pero eso no justifica el absentismo injustificado. El problema es estructural y necesita soluciones valientes por parte de todos los actores: administración, empresarios, sindicatos y trabajadores.
Si seguimos así, Canarias y España dejarán de ser referencia mundial en el turismo.
El turismo es altamente competitivo. Croacia, Portugal, Grecia o Turquía están pisando fuerte, ofreciendo experiencias similares con personal motivado y precios ajustados. Si los turistas llegan a España y encuentran hoteles sin personal, bares sin camareros o visitas guiadas canceladas por falta de plantilla, simplemente elegirán otro destino la próxima vez.
Canarias y España no pueden permitirse jugar con fuego.
¿Y ahora qué?
Si no empezamos a tomar medidas reales —desde una reforma legal que ataje el absentismo injustificado, hasta incentivos y mejoras laborales que fomenten el compromiso— nos encaminamos hacia un modelo turístico en decadencia.
Porque el turismo no se destruye de un día para otro. Se desgasta. Se marchita. Se va desangrando entre experiencias mediocres, críticas online y un servicio que ya no está a la altura de lo que fuimos.
Y cuando queramos reaccionar, puede que ya sea demasiado tarde.
Actuemos ya, o atengámonos a las consecuencias.
*José María Barrientos. Promotor Turismo y Ocio.