El reciente anuncio del Ayuntamiento de Palma de prohibir el alquiler vacacional en edificios residenciales a partir de julio ha provocado numerosas opiniones en medios de comunicación canarios por parte de defensores, detractores y ‘medio pensionistas’ del alquiler vacacional.
Aunque hablamos de territorios diferentes, se trata del mismo perro con distinto collar: Palma de Mallorca, 11.000 plazas en vivienda vacacional, 645 legales (solo el 5,8%); Canarias, 131.032 plazas, 18.440 legales (14%). En Canarias tenemos un decreto que permite esta actividad desde hace 3 años. ¿Y solo se ha dado de alta el 14% de la oferta? ¿De verdad?
Nosotros lo vemos claro: no hay interés en darse de alta, en ser legales. Vamos, en neto, que no quieren pagar impuestos, ni cumplir normas, ni dar de alta en la Seguridad Social a sus empleados, ni recaudar los impuestos indirectos que contribuyen al progreso social de las Islas…
¿Se imaginan circular por la autopista con un coche sin seguro, ITV o frenos? ¿Entonces? ¿Vamos a permitir que nuestros turistas se alojen en algunos de esos alojamientos sin siquiera baño que estamos viendo publicados en tantas plataformas?
Tras la denuncia a modo de artículo que publicábamos hace unas semanas en las que mostrábamos algunas ofertas de alojamientos turísticos tipo yurtas mongolas en suelo rústico de protección o chamizos de paja bajo el eufemismo de centro de aprendizaje y reflexión, hemos dado un paso más: dormir en un balcón en El Médano por 9 euros la noche. ¿Qué es lo próximo? ¿Alquilar una hamaca en la playa para disfrutar de una experiencia bajo un bonito cielo estrellado y disfrutar de la sensación de hacer nuestras necesidades en las maravillosas aguas del Océano Atlántico?
Discúlpenme la ironía, pero no es esto lo que nos ha permitido durante estas décadas ser un referente de éxito turístico. No. Lo siento, pero no. Desde Ashotel venimos diciendo hace dos años que esta modalidad no debe prohibirse; debe existir para dar respuesta a este tipo de demanda. Ahora bien, esto no es jauja ni vale todo. El alquiler vacacional es una actividad económica y, como tal, debe estar controlada y regulada, cumplir unos mínimos.
Me pregunto si esta visión se comparte en otras islas; si no es así, es respetable, pero preferimos que no traten de imponernos un modelo a quienes queremos mantener el que tenemos de éxito. En este sentido, vemos acertada la idea del Gobierno de Canarias de que el decreto en ciernes que regule el alquiler vacacional en Canarias marque una situación de partida que prohíba esta actividad en suelo turístico y que luego sean cabildos y ayuntamientos los que decidan sobre cada lugar. A ver si ahora los mismos que criticaban el centralismo de la Cotmac, porque decían que frenaba el desarrollo insular y municipal, critican ahora el protagonismo de cabildos y ayuntamientos para decidir qué es lo que quieren hacer en su territorio. No sé cómo se hace eso de nadar y guardar la ropa al mismo tiempo.
El interés particular, aunque sea el de algunos hoteleros que abogan por un sistema más ‘libertino’, no puede imponerse al interés general del sector y de la sociedad canaria, ni dar al traste con un modelo turístico que da empleo estable, de calidad y contribuye notablemente al desarrollo socioeconómico de nuestro Archipiélago.
Y lo que tampoco se puede permitir, al amparo de esa desregulación que algunos defienden, es la construcción en parcelas residenciales de zonas residenciales de costa de edificios enteros convertidos en ‘pseudohoteles’ sin cumplir norma alguna.
A los que hablan de libre competencia y de que no se pueden poner barreras de entrada al sector turístico les pregunto: ¿Es que tener que comprar suelo turístico en zona turística a un precio elevado en un territorio con más del 40% del suelo protegido no es una barrera de entrada? ¿es que aplicar un estándar de densidad de 60 metros cuadrado por plaza no es una barrera de entrada? ¿Cumplir con estrictas normas de seguridad física e higiene alimentaria tampoco lo es? ¿Sigo? Pues hasta 65 normas diferentes cumplimos quienes nos dedicamos a la actividad reglada de alojamientos turísticos.
Por eso debemos tener claro qué futuro queremos. Ya somos adultos para no tener que aceptar que unos pocos quieran imponernos un modelo liberal al resto. Es entonces cuando recuerdo al gran Pedro Molina, el que fuera presidente de Agate, cuando vaticinaba con esa sabiduría característica que “todo el mundo va a lo suyo, excepto yo, que voy a lo mío”. Abogo por ir a lo que nos interesa a todos, al bien común; aprendamos de nuestros errores y de los de otros. La decisión es nuestra.