El problema de la amenaza climática a las zonas o territorios más vulnerables, es decir, la sequía como resultado del empeoramiento de la crisis climática, provoca en estos espacios una facilidad extraordinaria para incendios forestales, como el que se ha producido estos días en la Sierra de la Culebra en Zamora (España), con más de 30.000 Ha quemadas y en la que muchos negocios turísticos rurales han perdido su principal recurso: su Patrimonio Natural, compuesto de bosques, paisajes y fauna silvestre —destacando el lobo ibérico—, como lamentaban varios propietarios de casas rurales y actividades turísticas.
O también hay que mencionar como la sequía afecta a los destinos turísticos, tanto del interior como del litoral, y como, posiblemente, al igual que ha ocurrido con el coste energético (electricidad, gas y petróleo), también podrá subir el agua, por su escasez y los costes de distribución.
Hay muchas zonas turísticas en el mundo donde bien ya hay y habrá más escasez de agua dulce, o donde las aguas requieran costosos procesos de depuración o incluso la desalinización, que requiere a su vez un elevado coste energético. Esto se traducirá, sin duda alguna, en subida de los costes operativos en destino que repercutirán en los precios finales de venta.
Por otra parte, la demanda, en especial de los mercados más maduros, está obligando a los destinos a tomar medidas cada vez más importantes y, sobre todo, visibles en función de la calidad ambiental, que se traduce también en salud. Esto puede y debe ser compatible con una gestión sostenible de la oferta turística y del destino, pero conlleva ahora una serie de inversiones para evitar un posterior alto coste que podría ser un elemento negativo en la competitividad.
En un mundo tan socialmente comunicativo y con respuestas ya no súper, sino ultrarápidas, donde el turismo es una necesidad, pero también un objeto fácil de crítica, ya cuenta igual lo que se hace y lo que se ve, pero también, y cada vez más, lo que no se hace; y es lo que pasará factura en la demanda turística y —claro— en la imagen.
Por ahora el sector todavía no es consciente de este cambio disruptivo en la demanda, que puede afectar severamente a su resiliencia, al igual que está pasando con su capital humano, por no haber sido parte de su estrategia de sostenibilidad.
Y sería bueno puntualizar de nuevo que no es una cuestión de destinos pensados para un turismo de masas, sino también para los exclusivos, las ciudades-destino o los de áreas rurales y naturales, porque cada cual tiene su rol y su coexistencia es vital para su supervivencia, a pesar de que todavía algunos aboguen por la desaparición de unos frente a otros, algo que entiendo es un gran error.
Es precisamente la existencia de los destinos masificados lo que evita la saturación de otros más vulnerables y frágiles, tanto ambiental como socialmente, y no hay que olvidarlo.
Tal vez habría que preguntarse: ¿cuáles son los destinos más vulnerables o frágiles del país? Y la respuesta es simple: aquellos que tengan cualquier tipo de dependencia o impacto del clima o microclima y otros factores ambientales, es decir, los de sol y playa, rurales y naturales y muchos urbanos.
Se puede actuar frente a la crisis climática desde el sector turístico y esto no solo ahorraría bastantes costes de gestión operativa sino además crearía una imagen más verde"
Pero esto no quita para que todos sean más conscientes de la tendencia alarmante de la crisis climática y sus graves consecuencias no solo en el medio natural, recurso clave para muchos destinos, sino también en el microclima de los demás destinos y peor aún de la escasez de recursos naturales como el agua y la subida de costes y precios por las necesidades energéticas para combatir el calor e insolación extrema, que se podría mitigar o amortiguar con bio-diseño de estos espacios turísticos y, por tanto, evitar esa gran dependencia y así reducir los costes operativos, incluyendo los paisajes sonoros naturales, productores de vitamina N, energías renovables Km 0, etcétera.
Es decir, sí se puede actuar frente a la crisis climática desde el sector turístico y esto no solo ahorraría bastantes costes de gestión operativa, sino que, además, crearía una imagen mucho más verde y adaptada a las expectativas de una demanda cada vez más exigente.
*Arturo Crosby es editor de Natour magazine.