Probablemente, ninguno de nosotros fuimos capaces de anticipar en 2017 una situación como la que estamos viviendo estos días tras la quiebra de Thomas Cook. Pero ni en 2017 éramos los campeones del mundo y ahora tampoco somos los peores de la clase. Sin embargo, este toque de humildad que estamos recibiendo, que nunca viene mal, debe servir para, una vez superada la situación actual, repensemos si estamos haciendo las cosas bien y si estamos dando los pasos correctos para asegurar el futuro de la industria turística en Canarias.
Somos uno de los mejores destinos vacacionales de Europa y así lo demuestran los millones de turistas que cada año recibimos, pero somos un gigante con pies de barro, pues nuestra dependencia de terceros para traernos esos turistas es total. Invertimos para mejorar nuestros productos turísticos (hoteles, apartamentos, empresas de servicios turísticos, campos de golf, restaurantes...) y esa inversión suma a lo largo de los años miles de millones de euros. Pero en este tiempo de bonanza turística no hemos sido capaces de unirnos para crear una línea aérea o un turoperador con capital canario que nos ayudase a reducir esa dependencia. Y me pregunto por qué.
Puede que estemos asistiendo a un cambio de modelo y que esas macroestructuras multinacionales llamadas turoperadores estén llamadas a desaparecer como los dinosaurios lo hicieron hace millones de años. Pero eso llevará aparejado crisis y múltiples problemas para las empresas turísticas canarias y sus trabajadores. A lo mejor vamos hacia un modelo más flexible, rápido y económico, que pone de nuevo en el centro al cliente, que es quien puede organizar sus vacaciones a golpe de móvil y dentro de un mundo de servicios de intermediación completamente virtual.
Si esto es así, lo que necesitaremos será, por una parte, conectividad aérea ‒seats only‒ y, por otra, sistemas de distribución potentes. ¿Es un problema de capacidad financiera? No, en absoluto. Invertimos 60, 80, hasta 100 millones de euros en construir hoteles espectaculares, así que no puede ser un problema destinar, entre un grupo de empresarios con intereses en Canarias, 10 millones de euros para montar una compañía aérea que empiece a operar con dos o tres aviones en rutas en las que hay capacidad de crecer, primero hacia el mercado nacional, y luego, haciendo las cosas bien, hacia Europa.
¿Dónde está el problema entonces? En la falta de unidad y de ver oportunidades donde otros sí las ven. Desde Ashotel lo intentamos, sin éxito, cuando cayó Spanair. Muchos nos llamaron locos, porque decían que montar una compañía aérea era una ruina y los hoteleros no sabían de aviones. Luego llegó Norwegian y demostró que no solo había hueco en el mercado de rutas con la Península, sino que además los precios bajaron, haciendo más competitivo y accesible el destino Canarias para los peninsulares y conectándonos con el resto de Europa. A lo mejor los locos son otros.
Y ahora, en estos momentos, lo que toca es buscar soluciones rápidas al problema que tenemos encima y que no es otro que se nos ha caído el operador que suponía el 25% del mercado turístico canario entrando en temporada alta. Soluciones que deben ser para hoy, porque mañana ya es tarde y los efectos sobre la economía canaria, empezando por las empresas y acabando por los trabajadores, se pueden hacer notar en cuestión de semanas.
Resulta muy difícil ahora, dado el conglomerado de empresas que de forma directa o indirecta forman parte de la cadena de valor turística, estimar la afección sobre el empleo que la quiebra de Thomas Cook puede tener, pero si tenemos en cuenta que en Canarias dependen directa e indirectamente del turismo unas 326.000 personas ‒un 33% del empleo total, aproximadamente‒ que trabajan en o para el sector turístico, cualquier porcentaje de afección sobre este nivel de empleo, por pequeño que sea, arroja unos resultados muy preocupantes.
Nuestro compromiso, como empresarios con inversiones en Canarias y con vocación de permanencia, es mantener todo el empleo que sea posible, pero para eso hago un llamamiento a la unidad de todos los agentes, públicos y privados, individuales y colectivos, porque de esta no salimos todos si no remamos juntos. Necesitamos que ahora, más que nunca, el Gobierno regional junto a las patronales turísticas actuemos coordinados y exijamos al Ejecutivo nacional ‒esté o no en funciones‒ medidas concretas para salvar nuestra temporada de invierno. Todos coincidimos en que tenemos una consejera de Turismo valiente y que es capaz de encararse con una ministra de Turismo para pedirle lo que Canarias necesita ya. Puede estar segura de que nos tendrá a su lado en todas y cada una de las peticiones que haga, porque Madrid a veces queda demasiado lejos de Canarias, no solo física, sino también mentalmente, y hay que recordar que también somos España, también pagamos solidariamente infraestructuras que otros disfrutan ‒AVE, terminales aeroportuarias megamillonarias...‒ y ahora es el momento de solidarizarse con Canarias, si no queremos batir nuevos récord de desempleo y pobreza.
Deseo que esta crisis, que no es la primera y me temo que no será la última, sirva para algo más que para lamentarnos y que, cuando salgamos de ella, volvamos a contar con cierta vanidad lo buenos que somos. Debe servir para si es el momento de cambiar, que lo hagamos, con cabeza, con tiempo y con recursos. En nuestras manos está el futuro del turismo de Canarias. No podemos mirar para otro lado.