Quizás el título pueda confundir a los lectores, pero admito que también esa es parte de mi intención, porque es la experiencia que acabo de tener estando en la Rioja Alavesa, impartiendo una conferencia en el XII Foro de Enoturismo en la que hablé sobre marketing y ecología humana para provocar emociones en el enoturismo.

Una de las ideas que saqué a relucir, y no es la primera vez, es la conceptualización de un destino. En este caso, en zonas rurales y naturales, entorno donde se localizan los diferentes viñedos, bodegas y alojamientos relacionados, que muy resumidamente se trata de entender que los destinos no deben tener límites administrativos y, en muchas ocasiones, ni geográficos. Estos son territorios donde se ubican los diferentes atractivos que podrían conformar una serie de experiencias turísticas, sumando obviamente los diferentes alojamientos, restauración, animación y, por supuesto, la población o comunidad local. Pero siendo más específicos, los límites los marca el radio de acción medido en base a lo que un turista podría viajar durante su estancia, siendo capaz de visitar y experimentar los principales atractivos, ya sean naturales, culturales o sociales.

Se trata entonces de la identificación y poder de empoderamiento de aquellos atractivos priorizados con los que se establecería un nexo de cooperación.

Foto: Pixabay

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Esto significa que si hablamos de enoturismo, estamos hablando de destinos turísticos en zonas rurales—lo que se suele denominar turismo rural—, donde el principal recurso y atractivo son los viñedos y los vinos. Aunque, no es el único recurso, ni mucho menos, ya que hay que añadir diferentes pueblos, alojamientos de diversas tipologías, restaurantes, animación, equipamientos públicos, etc. Algo que se suele olvidar tenerlo en cuenta, que es ni más ni menos que el entorno natural donde se ubica el destino, su hinterland, que realmente es el sustrato que permite su subsistencia y que ha sido olvidado a menudo.

Este concepto ayuda a comprender que las actuaciones en el conjunto del territorio, el hinterland del destino, tiene un gran efecto positivo en el destino turístico.
 

La naturaleza es un extraordinario valor añadido, que servirá para crear  destinos diferenciados, sostenibles y competitivos.


De hecho, tanto viñedos como actividad turística, han usado el entorno natural provocando una serie de impactos negativos. Y ahora ha llegado la hora de revertirlos, de regenerar ese entorno natural del cual se nutren, tanto por la propia salud del ecosistema y los cultivos, como porque la naturaleza es un extraordinario valor añadido, que servirá para crear destinos diferenciados, sostenibles y competitivos.
 

La tendencia del turismo en especial en las zonas rurales, incluye 3 líneas: Sostenibilidad, Emociones-Experiencias y Mercado Verde


Sin duda alguna, la tendencia del turismo, en especial en las zonas rurales, incluye 3 líneas: sostenibilidad, emociones-experiencias y mercado verde y, por otra parte, si nos referimos a poder dar respuesta a los cambios ambientales tan transcendentales que están ocurriendo y que seguro se incrementarán, como el cambio climático (crisis climática) y la pérdida de biodiversidad, podemos afirmar que existen 3 palabras clave que nos ayudaran a percibir el futuro más próximo, como son: compensación por regeneración del entorno del destino y su hinterland (no tener que actuar en áreas naturales a miles de kilómetros, que suena más a green-washing); y por supuesto, la adaptación y mitigación de los efectos adversos.

Foto: Pixabay

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Estas 3 palabras claves no solo valdrían para responder a este cambio físico, sino también al de la demanda turística más exigente. Además, cada vez con más motivaciones y expectativas relacionadas con la Naturaleza, Salud y el Bienestar, que coinciden con los propios argumentos de innovación en el turismo rural que he identificado en mi último libro sobre la Nueva Era del Turismo Rural.

Por tanto, cuando hablamos de enoturismo se debería pensar en gestionar y empoderarse turísticamente hablando no solo de los viñedos, sino de su entorno natural, social y cultural. Por lo que de esta forma, no solo responder al futuro inmediato (próximas décadas), sino también a las expectativas de una demanda más cercana al mercado verde, tan presente en el contexto europeo y norteamericano.

Así, es fundamental pensar en regeneración del entorno natural, recuperando hábitats para acoger fauna silvestre y, al mismo tiempo, que este nuevo entorno sea visible y perceptible por la demanda, para que de esta forma se valore el producto y experiencia final.

Y esta recuperación es beneficiosa también para la salud y mejora de los propios viñedos, que se traducirá en una mejor calidad del producto final, es decir, la conocida estrategia ganadora del win-win.

 

*Arturo Crosby es editor de Natour magazine.