En los últimos 5 años, las aerolíneas europeas, antes llamadas de bandera, han sufrido una caída significativa en su valoración bursátil. La combinación de altos costos operativos, regulaciones estrictas, la pandemia y la competencia de las compañías de bajo coste, que han mejorado su cotización, ha mermado sus finanzas. 

Sin embargo, sus resultados económicos durante el 2023 y el 2024 han sido positivos, gracias a la recuperación del turismo y, en menor medida, de los viajes de negocios, En ese tiempo las acciones de IAG, la matriz de Iberia y British Airways, se han revalorizado un 130%.

Pero para competir en los mercados intercontinentales es urgente la consolidación, como ya ha ocurrido en Estados Unidos donde cuatro grandes compañías dominan el mercado, operando de forma más eficiente y expandiendo su presencia internacional, mientras que en Europa las 7 dominantes tienen una cuota de mercado muy inferior. La consolidación permitiría a las aerolíneas europeas reducir costos, optimizar rutas y mejorar su capacidad para competir en el mercado global, especialmente en las rutas intercontinentales más lucrativas como las del Atlántico Norte. Las aerolíneas de Estados Unidos tienen una ventaja competitiva importante, ya que operan a gran escala y con mayor eficiencia. Pero hay obstáculos.

Uno de los principales es la saturación de los grandes hubs europeos. A esta saturación se suma la escasez de aviones debido a los retrasos en las entregas, principalmente por parte de Boeing. El nuevo 777, prometido para el 2020, aún tardará al menos dos años más en entrar en servicio. Esta falta de aviones para las operaciones de largo radio limita la capacidad de las aerolíneas para atender la creciente demanda en ese segmento, el que ofrece mayores márgenes de beneficio. Además, la industria se enfrenta a una presión creciente para modernizar sus flotas con aviones más eficientes y sostenibles, algo que se ha vuelto crítico para cumplir con las regulaciones ambientales, pero también para satisfacer las expectativas de muchos pasajeros.

Un cambio notable, que también es un reto, es que un número creciente de pasajeros de clase preferente viaja por turismo. Antes, los pasajeros de negocios eran casi los únicos usuarios de las clases superiores, pero los cambios en los estilos de vida por los ahorros generados durante la pandemia y el deseo de disfrutar cuando se pueda han modificado esta tendencia. Este tipo de pasajeros tiene exigencias diferentes.

Para los viajeros de negocios, la puntualidad, la frecuencia de vuelos, la rapidez y la flexibilidad son aspectos fundamentales. Buscan conexiones rápidas, aeropuertos eficientes y la capacidad de cambiar itinerarios con facilidad. Usan habitualmente las salas VIP de los aeropuertos para trabajar. Una vez en vuelo prefieren dormir. Los turistas que viajan en clases superiores pasan más tiempo en las salas aprovechando la comida y la bebida. En vuelo valoran la experiencia del viaje. Disfrutan al máximo los servicios de comida y bebida y de entretenimiento. Esto ha llevado a las aerolíneas a adaptar sus cabinas premium para incluir opciones que atraigan a estos nuevos clientes, lo que a su vez genera un nuevo problema: la falta de suficientes asientos para esas cabinas.

Para paliar ese problema, las compañías del Golfo, que aún no han instalado las nuevas cabinas de clase preferente, han mejorado su servicio con productos de lujo como el caviar o el champán de las mejores marcas. China Airways incluso está ofreciendo un menú degustación diseñado por un chef con tres estrellas Michelin.

Para mejorar su competitividad, las aerolíneas europeas necesitan maximizar la conectividad en sus centros de distribución, no solo para hacer frente al mercado del Atlántico, sino al resto de los de largo alcance. Las del Golfo han avanzado notablemente en rutas hacia Asia y Australia, mientras que las chinas están ganando terreno en las que conectan con Europa, que todavía no se han recuperado, por la ventaja competitiva de poder volar sobre el espacio ruso que les permite ahorrar hasta 3 horas de vuelo.

El crecimiento de la demanda de servicios premium por parte de los viajeros que antes volaban en turista y sus nuevas exigencias afecta a la competencia. Es una tendencia que tiene lugar en todo el mundo. Se verán beneficiadas las compañías que antes se acomoden a las nuevas exigencias. Lo previsible, además, es que esta tendencia continúe, pues una vez que el cliente ha experimentado el placer de volar en clase superior ya no quiere volver a la clase perro, lo que, de rebote, afecta a otros productos de lujo, bienes duraderos, que cada vez interesan menos.

Entramos en el universo del carpe diem obligados por un pasado nefasto y amenazados por un futuro quizás aún peor.

 

*Ignacio Vasallo es director de Relaciones Internacionales de la Federación de Periodistas y Escritores de Turismo (FEPET).