Opinión

Turismo autodeterminado

Lo que va de año nos va dejando comportamientos aislados de turismofobia en diferentes destinos nacionales e internacionales de sol y playa

Lo que va de año nos va dejando comportamientos aislados de turismofobia en diferentes destinos nacionales e internacionales de sol y playa, sea una manifestación de unos pocos en Tenerife (“queremos ecotasa, vete pa tu casa“), una autodeclaración institucional como “destino saturado” con alusión a los turistas británicos en Lanzarote, los carteles ‘fake’ para espantar a los turistas de las playas en Mallorca (“beach closed”, con subtítulo para residentes: “playa abierta”), o la “rebelión de las toallas” en algunas islas griegas. Ello nos podría dar la sensación de que el overtourism, que se dio en destinos urbanos (p. ej. Dubrovnik y Barcelona) entre 2015 y 2019, también se estaría extendiendo al sol y playa.

Pero, ¿estamos ante fenómenos de masificación turística? (p. ej., por congestiones de visitantes en atracciones turísticas) ¿O más bien ante una proyección sobre el turismo de un descontento social que se fundamenta en otras cuestiones (tráfico, alquileres...) que serían fruto de no haber gestionado el crecimiento turístico y la variable poblacional en cualquiera de sus dimensiones (infraestructuras, viviendas públicas, etc.)? En mi opinión, más bien lo segundo. En el sol y playa no estamos ante “sobreturismo” (overtourism), sino ante las consecuencias directas de falta de gestión (undermanagement) y de falta de inversión (underinvestment). No es que haya demasiado turismo, hay demasiado poca gestión.

Por tanto, en vez de hablar de tasas turísticas, moratorias, leyes de residencia y demás instrumentos para evitar que vengan turistas, tendríamos que empezar a gestionar las variables que son esenciales para despejar los desequilibrios actuales del turismo y de su encaje social, anticipándonos a los hechos y dejando de ir siempre a remolque de los acontecimientos. Es entonces cuando podríamos hablar de un turismo autodeterminado

Con “autodeterminado” no me refiero a la utópica autonomía en los canales de distribución, sino a empezar a gestionar la industria turística en base a algún plan. Como turismo autodeterminado (“el turismo que queremos“) se podría entender el desarrollo de escenarios que sean social, ecológica y económicamente sostenibles y de amplio consenso entre todos los agentes sociales, con el fin de encontrar, en conjunto con los operadores turísticos nacionales e internacionales, las estrategias más adecuadas para ese futuro deseado de Canarias. No es más que tener un plan estratégico a largo plazo y ejecutarlo.

En una gestión turística autodeterminada probablemente no cabrían lagunas legislativas que permitan desarrollos anárquicos y que puedan distorsionar la industria alojativa y el equilibrio social, como ocurre con el alquiler vacacional, ni la ausencia de la variable demográfica en el cuadro de mando de la gestión regional, ni la macabra escena de un manifestante llamando “mono” a un turista solo por ser turista, ni retrasos de 26 años en limpiar los escombros de una parcela abandonada en primera línea turística, ni la devolución de fondos europeos asignados para rehabilitación turística después de varios años por no haber sido capaces de ejecutar los proyectos, ni tampoco centros comerciales precintados más de una década, habitados por indigentes, en pleno centro de un núcleo turístico.   

Los desequilibrios turísticos acumulados son complejos y muy transversales, como muestran estas tres cuestiones seleccionadas, todas ellas muy relacionadas entre sí:

1. Evolución poblacional en Canarias


La variable poblacional no está aún integrada en el cuadro de mando regional con estrategias concretas. El post “Capacidad de carga: ¿cuántos turistas caben en Canarias?”, contiene algunas propuestas de actuación con relación a la variable demográfica, como la mejora de la empleabilidad local a través de una reforma de la formación profesional dual pública, con el fin de reducir la necesidad de mano de obra exterior. Otra cuestión relacionada con desequilibrio social en el mercado inmobiliario pasa por regular el alquiler vacacional, no solo de forma cualitativa sino también cuantitativa.

“Capacidad de carga ¿cuántos turistas caben?

Si el debate demográfico está sobre la mesa es porque alguna de las capacidades de carga está(n) en desequilibrio. Podemos encontrar indicadores sobrepasados en el ámbito de las capacidades de carga social (p. ej. alquileres), ecológica (p. ej. vertidos al mar sin depuración correcta) y en la infraestructural (p. ej. tráfico). La aproximación al equilibrio deseado debería llevarse a cabo desde ambos lados: aumentando la capacidad de acogida y reduciendo la presión poblacional.

2. Anarquía en el alquiler vacacional 


Si en el caso de los hoteles su desarrollo es previsible (clasificación en un plan parcial, licencia, tiempo de ejecución de la obra, etc.), las viviendas vacacionales pueden aparecer en cualquier sitio, de un momento a otro y sin preaviso, tal como está ocurriendo. En su regulación definitiva, que ya era urgente en 2018, habrá que abordar temas complejos como su actividad en edificios residenciales completos (“pseudo-hoteles”), los estándares cualitativos, los límites cuantitativos, la inspección y la viabilidad de esta actividad en suelo turístico (y, en su caso, bajo qué condiciones). 

Propuestas diferenciadas para el caso de permitirse en suelo turístico el alquiler vacacional en complejos residencializado

3. ¿Residencialización o returistificaciónlow-cost?


El debate sobre la residencialización de unidades turísticas podría topar con una gran paradoja: en el decreto del 2015 que hace de reglamento de la Ley de Renovación Turística se habla de una “especialización de usos”, es decir, de la posibilidad de evaluar el uso residencial de un complejo turístico en base a criterios de habitabilidad (p. ej. m2) cuando quiera salir de la explotación. No obstante, en pocos casos el fin último de estos procesos es un uso residencial exclusivo, sino más bien el alquiler turístico total o parcial, autogestionado y, en muchos casos, explotado clandestinamente. En estos casos no estamos ante un proceso de residencialización, sino de una reintroducción de la unidad alojativa al mercado turístico a menor coste, es decir, de una “returistificación-low-cost”. Ello vuelve a acentuar la importancia de regular el alquiler vacacional.    

Son solo tres ejemplos de desequilibrios latentes en Canarias que se han extendido en el tiempo, empeorando según pasan los años, y que requieren un nuevo enfoque en la manera de gestionar los destinos dentro del objetivo mencionado de turismo autodeterminado.

 

*Artículo publicado originalmente en el blog de Antonio Garzón, sitio web del autor, que es fundador y gerente de Nutrihotel (nutrihotel.com).

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