Cuando, tras la pandemia, el turismo se recuperó con fuerza y las poblaciones locales empezaron a protestar por las consecuencias negativas causadas por el exceso de turistas en algunas localidades, las autoridades y las asociaciones empresariales lanzaron el mensaje, al principio tímidamente y luego con trompetas, de que lo importante no era el número de turistas sino la rentabilidad.

Pero a la hora de la verdad, si las cifras ayudan, las autoridades no pueden reprimir el impulso de cacarear lo mucho que ha crecido este año, para ponerse las correspondientes medallas. Sin embargo, lo que antes podía haber funcionado ahora ya no lo hace porque no son pocos los que piensan que, a partir de un número, cuantos más turistas, peor. Donde unos ven un éxito que este año lleguemos a los 95 millones de turistas extranjeros, otros certifican que esa cifra representa el doble de la población española, lo que, en mi opinión, es irrelevante. Lo que importa es cuantos hay en el mismo sitio el mismo tiempo.

Los que llevamos muchos años en este sector recordamos que siempre ha sido así desde el comienzo del turismo de masas en España.

En 1970, al poco de tomar posesión como ministro del ramo Sánchez Bella, me tocó prepararle un discurso para una visita a un destino de costa. No le gustó que señalara lo importante que era que el crecimiento fuera programado y sostenible —teníamos entonces unos 20 millones de turistas extranjeros—. Me llamó a su despacho y me dijo: “Vasallo, no se equivoque, llegaremos a los 40 millones de turistas extranjeros y, por supuesto, voy a intentar que el mérito se le atribuya a este gobierno".

18 años después, regresé a Madrid tras mi estancia en Suecia al frente de la Oficina de Turismo, para ocupar uno de los puestos de confianza en la recién creada Secretaría de Estado de Turismo. El año anterior se habían batido todos los récords y habíamos alcanzado la cifra con la que Sánchez Bella nos había amenazado: 40 millones. Inocentemente, le solté al recién nombrado secretario de Estado, Ignacio Aguirre, mi rollo de siempre: que lo importante era la rentabilidad y no el número de turistas, que las cifras solo tenían sentido localmente, dada la concentración geográfica y temporal de los turistas. Aguirre me contestó: "Soy muy consciente de ello y está bien que me lo recuerdes. No te olvides de recordárselo también a mi sustituto".

Parece que lo mismo piensan los políticos actuales, sean nacionales o regionales y sin importar el partido. Primero dicen que no hay que destacar las cifras del número de turistas, pero corren a hacerlo para demostrar que crecemos gracias a la gestión que ellos han hecho.

Está claro que no hay nada nuevo bajo el sol.

 

*Ignacio Vasallo es director de Relaciones Internacionales de la Federación de Periodistas y Escritores de Turismo (FEPET)