De una primera lectura de la orden ministerial se saca la conclusión de que se trata de una lanzada a moro muerto. Prohibir el turismo durante la duración del estado de alarma parece casi obvio; al ser varios los países europeos que han puesto en marcha medidas similares se produce una doble cuarentena con lo que un inglés que viniera a España y regresara después a su país, estaría encerrado treinta días en total cuatro veces más que unas vacaciones normales.
El problema para el sector es que las empresas responsables de mover a una buena parte de los viajeros, touroperadores y compañías aéreas, se financian con los pagos anticipados que reciben de sus clientes, de media unos sesenta días antes de iniciar el viaje, y en general en la época del año más complicada para este tipo de empresas, el final de la temporada de invierno. Es una peculiaridad del sector que necesita información fiable con suficiente antelación. La mayor parte de los billetes de la temporada de verano tendrían que estar ya vendidos y cobrados.
En consecuencia, la cuarentena en sí misma no tiene importantes efectos directos, el mes de mayo ya se daba por perdido y ahora también el de junio, pero aumenta la incertidumbre para julio y más allá.
Si además de mirar al dedo lo hiciéramos a la luna, podríamos comprobar que nuestros mercados emisores no están todavía listos para enviarnos una buena cantidad de clientes. Las compañías aéreas han perdido casi dos tercios de su valor en bolsa —las que sobrevivan lo harán con dificultades— y los touroperadores —también luchando por sobrevivir y que aumentarán su cuota de mercado debido a la mayor garantía que ofrecen— están tomando medidas drásticas, como es el caso del mayor del mundo TUI, que anuncia una reducción de gastos del 30%. Su consejero delegado, Fritz Joussen, asegura que van a “reinventar las vacaciones con más destinos locales e incentivos para viajes en temporada baja”.
Este verano va a ser más difícil sacar a los alemanes de Alemania, o a los suecos de sus costas. Esto afecta por igual a España que a nuestros competidores como Grecia o Turquía —aunque no hayan impuesto medidas tan restrictivas—, pero a partir de noviembre cuando las costas del Egeo andan mortecinas, Canarias inicia su temporada alta que habrá que empezar a promocionar ya.
Habrá que ver cuándo nuestros clientes potenciales advierten la pérdida de renta disponible, con la que pagan las vacaciones y que es determinante en la toma de decisión, no solo de si viajar o no, sino de cuánto y dónde.
El jueves 14 de mayo, la Comisión Europea publicó sus ‘Recomendaciones para reactivar gradualmente el turismo’ entre las que se incluyen dos de la máxima importancia como es la de pedir mejoras en los bonos por viajes pagados y no realizados para evitar que se ejecuten inmediatamente las obligadas devoluciones en metálico, para aliviar la tesorería de esas empresas; y la segunda, por omisión, al evitar posicionarse sobre la necesidad de dejar asientos vacíos en los aviones, lo que económicamente es inviable. Sí se recomienda el uso de mascarillas a bordo, mayor ventilación y una menor interactuación a bordo, así como otras en aeropuertos y durante los traslados a los mismos.
Pero da la impresión de que el público todavía no está maduro para aceptar una alta ocupación como se pudo comprobar con la polémica del vuelo Madrid- Gran Canaria.
La recomendación sobre la apertura progresiva de fronteras sin cuarentena parece una posición contraria a la española, pero de nuevo lo que importa es el mercado, que aún no está listo. Como bien señaló el ministro británico de Transportes, Grant Shapps, “los que están reservando vacaciones en el extranjero para este verano se están arriesgando”. Y no es el único, los Gobiernos no están animando a viajar al exterior.
Algunos países han avanzado, como es el caso de los bálticos, con movimiento libre entre ellos y también lo están haciendo los vecinos de Centroeuropa, pero es insuficiente.
Ahora, son los Gobiernos los que tienen que llegar a acuerdos sobre “pasarelas seguras” entre puntos de igual nivel, pero sin exclusiones según la nacionalidad del viajero, recuerda la UE. Por supuesto, el Gobierno español ya está en contacto con otros de UE para avanzar en este sentido.
Es posible que desde el punto de vista de la aviación no volvamos nunca a la situación anterior. En todo caso la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA) cree que no será antes del 2023.
Tan preocupante como la orden ministerial es la ausencia de la secretaria de Turismo, que debería de haber explicado la orden al sector —si la hubiera conocido— antes de publicarse y que tendría que estar montando ya campañas de comunicación en nuestros principales mercados explicando los esfuerzos españoles para acoger con seguridad a los clientes que nos visiten cuando se levanten las restricciones, en vez de promocionar el turismo interior que es una competencia plena de las CC.AA.