Hoy me ha venido a la cabeza una vivencia real de hace unos años y que, como todas, me hicieron reflexionar y aprender sobre la fortaleza de cada uno en una situación extrema.

República Dominicana, a la espera en un hotel cualquiera, a que un huracán llegase. Como sabéis, los preparativos en situaciones similares llevan a que todos los departamentos a modo de prevención. Llevamos a cabo unos protocolos que minimizan los efectos antes, durante y después, pero no cabe duda, que cuando estás en pleno contacto con esta situación de la naturaleza, los protocolos pasan a un segundo plano y empieza la verdadera capacidad de los equipos humanos para hacerle frente, minuto a minuto. 

En aquel momento, en que ejercía de chef ejecutivo, pasó el grueso del culetazo del huracán durante la tarde y noche de aquel día y, a la mañana siguiente, es cuando ves la magnitud del desastre provocado, aun con algunas lluvias y vientos que poco a poco iban disminuyendo.  

Clientes resguardados en sus habitaciones, equipos haciendo guardia controlada en espacios seguros para evitar más daños, y el resto de los departamentos, todos a una, esperando instrucciones para retomar el hotel y empezar a reconstruirlo organizativa y materialmente hablando.

En aquel momento la dirección en funciones y nuestro VP que se encontraba de visita, planificaron dos reuniones diarias para los 2 próximos días, informales y rápidas, pero con los detalles necesarios para exponer los pormenores de cada jefe departamental, pasos a seguir y acciones inmediatas para la puesta en marcha de los servicios, lo antes posible. 

Recuerdo que la tarde antes del contacto, organizamos y llevamos entre todos, el desayuno a las habitaciones de los clientes y también el almuerzo del día siguiente, ya que difícilmente podrían salir a las instalaciones en un par de días y casi, casi, así fue.

Al día siguiente, dentro de todo el desastre que había que retomar, playas, lobby, restaurantes, áreas comunes, piscinas, etc. se nos pidió, abrir un espacio para que los clientes pudiesen cenar y a duras penas, conseguimos habilitar parte del Buffet. Los clientes fueron bajando ordenadamente a cenar, después de estar toda la tarde del día anterior, desayuno y almuerzo de ese mismo día en sus habitaciones y siendo conscientes del esfuerzo que representaba poder estar cenando en ese momento, aunque siempre hay alguno que está dispuesto a poner en duda los tiempos del desarrollo del evento y a exigir más efectividad.

Ese mismo día, el primero después del contacto, me pidieron un levantamiento de daños de las cocinas en restaurantes y puntos de venta en general y así lo hice. Las cocinas estaban realmente mal y el personal disponible éramos aquellos que quedamos en el hotel antes del contacto, 29 personas de 130 que somos en un estado normal.

Técnicamente, con esos colaboradores era imposible abrir más puntos de venta y a eso había que sumarle que los que estaban allí, no estaban al 100%, aunque si físicamente, ya que pensaban en como estarían sus familiares y amigos más cercanos, sus casas, estaban cansados, habiendo dormido de 3 a 4 horas de media el día anterior.  

 A la primera reunión del día 2, recuerdo que salía de la cocina central dirección al punto de encuentro con una lista de daños en todos los restaurantes que me llevaba a tener que exponer la imposibilidad de abrir ningún otro restaurante, por lo menos en los dos siguientes días.

 Recuerdo que antes de entrar a dicha reunión, en un lado de la recepción, se acercó a mí, nuestro VP de A&B y me preguntó:

—¿Qué tal Chef? ¿Cómo está todo?

—Bien, ahí vamos…— le respondí escuetamente, esperando entrar en la reunión.

Él me cogió por el brazo derecho, entre el hombro y el codo y con un suave apretón y buscando mi atención directa a sus ojos. —Chef, hay que abrir todos los restaurantes —, me dijo sin más.

Aquella mirada me llevó directamente a otra dimensión y sin mediar palabra, le dije “ok”. Me di la vuelta y volví a la cocina, ni siquiera entré en la reunión.

Mientras volvía a la cocina, en un espacio de tiempo de 1 minuto y medio de camino, solo tenía en la cabeza la forma que iba a contarle a aquellas 29 personas que había que abrir todos los restaurantes. Pasé por enfrente de algunos de ellos que me iba cruzando en los pasillos y me acompañaban con la vista a esperas de alguna novedad o instrucción, llegué al despacho, llamé al sub chef, le dije “reúne a la gente” y mi mensaje fue el mismo que acaba de recibir:

—Hay que abrir todos los restaurantes— se hizo un silencio sepulcral por varios segundos, se miraron entre ellos (imagino que pensado que me había vuelto loco) y nos pusimos manos a la obra.

Con un sobreesfuerzo por encima de las posibilidades de cualquier ser humano, conseguimos entre todos abrir al segundo día del contacto todos los restaurantes y poner el hotel en funcionamiento casi normal, en lo que a alimentación y bebidas se refiere, a los 3 días; y todo fue provocado por una simple mirada, amable, consciente de lo que nos enfrentábamos y a la vez con la responsabilidad de atender como tocaba a los 800 clientes que esperaban por nosotros lo antes posible.

Así lo entendí yo, sin más explicaciones y así lo entendió el equipo de cocina sin más comentarios.

No era cuestión de cómo veíamos las cosas nosotros y en qué situación estábamos, vaya por delante era muy complicada, sino, cuál era la responsabilidad que teníamos en ese momento para con nuestros clientes.

Las excusas pueden ser una forma de evadir responsabilidades o justificar nuestras acciones, incluso cuando tienen fundamentos válidos.

El miedo, como emoción primaria, puede actuar como un obstáculo para asumir responsabilidades, tomar riesgos y crecer como individuos. Cuando nos dejamos llevar por el miedo, podemos experimentar bloqueos mentales y emocionales que nos impiden avanzar y superar los desafíos que se nos presentan; y en aquel momento, el punto de inflexión, el clic que me abrió los ojos, fue aquella directriz y mirada de un líder que dejaba en las manos de terceros una garantía de poder, sin excusas y con el mensaje de responsabilidad que debíamos tomar.

Para superar el miedo y los bloqueos que provoca, es necesario desarrollar la autoconfianza, la autoaceptación y la resiliencia emocional. Aprender a enfrentar nuestros miedos de manera gradual, buscar apoyo y orientación, y tener una actitud de aprendizaje y crecimiento pueden ayudarnos a superar las excusas y los bloqueos que nos impiden avanzar en la vida, en cualquier circunstancia.

La percepción de las circunstancias que vivimos juega un papel crucial en la forma en que justificamos nuestras acciones o decisiones. Nuestra percepción puede distorsionar la realidad y llevarnos a interpretar las situaciones de manera sesgada a lo que realmente somos capaces de hacer.

Al reflexionar sobre nuestras percepciones y cuestionar nuestros propios prejuicios y sesgos, podemos ser más honestos con nosotros mismos y con los demás, y desarrollar una mayor capacidad para enfrentar las situaciones difíciles sin recurrir a nuestro estado emocional y evadiendo el miedo y las circunstancias en las que nos encontramos, sean cuales sean.

 

*Víctor Rocha es cocinero y articulista. Apasionado del sector Servicio y el Turismo. Corporate Executive Chef en The Excellence Collection RD & JAM