Aunque estén comprobados científicamente los efectos negativos del cambio climático —habiéndose convertido en una crisis climática y social hace ya años—, su traducción al turismo y en general a la sociedad se basa en la percepción de riesgo más que en la realidad, al igual que ocurre con esta pandemia de Covid y un claro ejemplo es el caso de España: un destino turístico seguro (confiable), pero con una percepción negativa inducida (medios de comunicación y administraciones públicas) por parte de la demanda, lo que ha provocado su muy escasa reactivación.
 

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Pues este mismo proceso podrá pasar con los efectos de la actual, aunque relegada, crisis climática, que afecta y afectará mucho más que todas estas pandemias como la del Covid-19.

Por dar algún dato relevante, si hablamos solo de las consecuencias de la temperatura/clima, en los pasados 15 años (2000-2016) hubo más de 125 millones de personas afectadas. Para darles una idea, según el último informe del IPCC, incluso si el calentamiento global se limitase a 1,5º C, más de 350 millones de personas podrían estar expuestas a morir de calor extremo en el 2050 y hablamos de costes humanos directos, porque los indirectos son mucho mayores y son los que afectarían a la demanda turística.

Aquí pueden observar un resumen de décadas sobre la evolución de las temperaturas en el speedometer: Por: Antti Lipponen)

Esos 350 millones se localizan en países en desarrollo donde el turismo es una fuente de ingresos económicos muy relevante y es obvio que esta crisis afectará a estos destinos turísticos, que sufrirán un tremendo impacto y presión poblacional (social, económica y ambiental).

Incluso si el calentamiento global se limitase a 1,5ºC, más de 350 millones de personas podrían estar expuestas a morir de calor extremo"

Hay que tener en cuenta que este fuerte impacto ambiental se traduce en deterioro grave de la salud publica, especialmente en estos países, pero también en los emisores, que se traducirá de forma inmediata en percepciones negativas para el turismo internacional y doméstico, sin duda alguna. Algo similar a lo que está ocurriendo con el Covid actualmente.

Retrocediendo al año 2015, la Comisión de Salud y Cambio Climático “The Lancet”, denominó al cambio climático como "la mayor amenaza para la salud global del siglo XXI" y recientemente el Sr. Bill Gates afirmo que el cambio climático será la próxima pandemia y peor que la del coronavirus, ya que según su predicción, para el 2100 podría llegar a ser 5 veces más letal que el Covid-19.

Es importante resaltar que la crisis climática se traduce en diferentes enfermedades, muchas de ellas mortales y aunque las más conocidas sean las derivadas de la contaminación ambiental (atmosférica), que causan unos 7 millones de fallecimientos anuales; no se han calculado los efectos que conlleva la temperatura y acidez de los mares y océanos, la deforestación, que reducen la capacidad de absorción del CO 2, las tremendas sequías, incendios o las inundaciones, ciclones, huracanes (125.000 millones en pérdidas asociadas solo con el huracán Harvey).
 

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125.000 millones en pérdidas asociadas solo con el huracán Harvey

¿Suficiente para entender y alarmarse de lo que pueda ocurrir?

Nuestras organizaciones sociales, y en concreto las turísticas, todavía están ancladas en dar respuesta a los acontecimientos en lugar de anticiparse a los mismos y los hechos presentes, como la pandemia actual, así lo demuestran.

Y es que posiblemente no hay conciencia todavía de cómo puede afectar la crisis climática a la sociedad y en concreto al turismo tanto a nivel global, como local.

Posiblemente y como medida preventiva, seria bueno ir pensando en crear destinos saludables y esto comienza por su calidad ambiental.

Quizás se debería aprender la lección de cómo un virus ha puesto en jaque a todo el sector a nivel mundial y por tanto qué pasará si en vez de un microorganismo, la amenaza sea una transformación global ambiental.

Posiblemente, y como medida preventiva, sería bueno ir pensando en crear destinos saludables, teniendo en cuenta que la salud de un espacio o territorio o destino, comienza por su calidad ambiental.

Quiero insistir en que es muy difícil, o casi imposible, cambiar el cambio climático, pero sí que se puede actuar frente a la crisis climática y esto debería ir aplicándose a los diferentes destinos, haciéndolos más verdes en el sentido de salud ambiental, que se traducirá en calidad turística y, consecuentemente, en un incremento notable en la percepción positiva de seguridad, que es la premisa para que haya flujos de turistas y evitar o minimizar daños como los actuales del Covid-19.

Mi recomendación es que los destinos turísticos vayan tomando la iniciativa de transformación ambiental o verde (Ya lo afirmaba recientemente en este artículo promocionando los Destinos Verdes) y comiencen a dar los pasos para ir creando esa percepción positiva hacia la demanda actual y potencial y no esperar a responder cuando ya sea tarde o cuando los costes de restauración sean muy altos y no se puedan asumir.

Lo más importante ahora es dar los primeros pasos, pero darlos.

Un cordial saludo,

Arturo Crosby

Editor Natour