No se trata de una figura retórica sino de una realidad. Su filial ESPN —dedicada a la retransmisión de eventos deportivos— ha firmado un acuerdo con Penn Entertainment para participar en el negocio de las apuestas deportivas online a través de la nueva marca ESPN Bet (apuesta) por 10 años prorrogables a otros 10. Actuará en los 16 estados en los que Penn tiene licencias. La operación correrá a cargo de Penn Interactive, que posee la tecnología y la experiencia mientras que ESPN aporta sus clientes —25 millones—, la gestión del marketing y los recursos promocionales de la empresa matriz. Esta nueva aplicación también operará un Casino digital con la marca Hollywood en los estados en los que esté autorizado. Por la transacción Penn ha abonado Disney 1.500 millones de dólares más otros 500 millones para la compra de acciones de la nueva compañía. Confían en obtener un ebitda anual de entre 500 y 1.000 millones de dólares.

El negocio tiene mucho sentido para Penn, puesto que adquiere el acceso a los clientes de ESPN y a la capacidad de marketing de Disney, las dos áreas más difíciles y caras de este negocio y el motivo por el que las empresas que se dedican a las apuestas deportivas online llevan perdidos miles de millones de dólares.

Sin embargo, no están tan claros los beneficios para Disney. Sin duda los económicos previstos son importantes, pero también lo es el riego reputacional de unir el inevitable estigma de las apuestas —que son legales en 34 estados— al nombre de la empresa familiar por excelencia de Estados Unidos.

Algunos analistas creen que es una operación un poco a la desesperada por parte del presidente de la empresa Bob Iger, que fue repescado tras dos años convulsos de su breve sucesor Bob Chapek, que el mismo había elegido. Primero firmó por dos años y acaba de renovar por otros dos. En ambos casos consiguió un buen aumento de sus ingresos, que antes eran de 1 millón de dólares de salario más otro de bonus y ahora se han convertido en 1 millón de sueldo, pero hasta 5 millones de bonus. En ambos casos no se contabilizan los posibles beneficios por la venta de las acciones sobre las que dispone de opciones.

Cuando Iger se retire —de verdad— en el 2026, tendrá 75 años y habrá pasado 19 al frente de la empresa. En su regreso se comprometió a buscar rápidamente un sucesor, pero incumplió y se desdijo de lo que había indicado en la memoria de la compañía en el año 2019: “Un buen liderazgo no consiste en hacerse indispensable, sino en ayudar a los que puedan sustituirle”.

No hay duda de que es uno de los ejecutivos más prestigiosos de Estados Unidos por lo que Wall Street le consiente actuaciones que a otro no consentiría.

Según el mismo, se ha encontrado con una situación peor de lo previsto —eso siempre dicen los recién llegados—, con los motores creativos, en los que se basa toda la empresa, gripados, varios fracasos o medio-fracasos de las últimas películas, a causa de las presiones, durante la pandemia, para ofrecer producto para el consumo en “streaming” de Disney Plus. La gran dependencia de las secuelas como Indiana Jones o Stars Wars no augura un buen futuro. Las previsiones son que tanto las películas como la televisión tradicional tengan menores ingresos mientras que el negocio de “streaming” reduce sus pérdidas.

Parece que Iger tiene claro un futuro sin televisión tradicional: ABC – donde él empezó su carrera— que está dispuesto a vender.

El futuro es de los parques y del “streaming”


Tiene que hacer frente a un descenso del 50% en el valor bursátil desde marzo del 21 para lo que necesita llevar a cabo actuaciones contundentes. Inmediatamente, se comprometió a una reducción de costes anuales de 5,5 mil millones de dólares y al despido de 7.000 empleados.

En la presentación de los últimos resultados trimestrales anunció unos beneficios ligeramente mejores de lo esperado, el aumento de los precios de suscripción a Disney Plus y el control de las claves compartidas. Este servicio cuenta actualmente con 146 millones de suscriptores.

La división de parques mejoró resultados y beneficios gracias a la reapertura del parque de Shanghái, mientras cayeron en Florida debido a los altos precios de las entradas.

Iger calificó inicialmente la huelga de guionistas en Hollywood, con los que siempre había mantenido buenas relaciones, como “irreal “pero rectificó rápidamente para asegurar que “nada es tan importante como la relación con los creativos”.

Precisamente el eje principal de esta nueva etapa pasa por devolver el poder a esos creativos. Ninguna compañía del ramo depende tanto de la creación artística: parques, películas y hasta los productos de consumo salen de su fábrica de sueños.

Iger conoce bien el barco que pilota y puede cambiar el rumbo sobre la marcha, pero los acuerdos con Penn son a largo plazo, aunque las consecuencias reputacionales puedan ser inmediatas. Se ha jugado literalmente la empresa.

 

*Ignacio Vasallo es director de Relaciones Internacionales de la Federación de Periodistas y Escritores de Turismo (FEPET).