Conversando por teléfono con Cristian Andersen, presidente de Hotelatelier —cadena española especializada en hoteles boutique urbanos con sus conocidas marcas Icon y Petit Palace—, usó una metáfora muy interesante sobre el momento actual del mercado turístico donde, por ejemplo, España recuperó en abril el 85,4% de los turistas internacionales llegados en el mismo mes de 2019, con registros en ocupación y ADR que parecen hacer olvidar, a priori, el drama desolador que dejó la pandemia. La metáfora fue que, a la hora de analizar los buenos resultados que se están obteniendo actualmente en el mercado turístico español, hay que contar con el “efecto champán”.
Y digo a priori porque entre líneas yo lo entendí más como un “ojo con el efecto champán, que después de descorchar podemos quedarnos sin burbujas”.
Si uno googlea esta expresión puede encontrar el origen. En términos turísticos nació como “turismo de venganza”, pero seguramente algún experto en marketing —con buen ojo, todo hay que decirlo—, dulcificó y puso cierto glamour a la expresión bañando la venganza en vino espumoso.
Según Erika Richter, vicepresidenta de la American Society of Travel Advisors (ASTA), este concepto del “revenge travel” nació en 2021 como respuesta y acción al confinamiento producido por el Covid-19. Sus connotaciones, aunque parezcan negativas, son todo lo contrario; de hecho, se crea esta expresión como medida de acción inmediata a promover un turismo activo y proactivo que estaba languideciendo por culpa de las numerosas restricciones al sector.
Pero lo que venía a destacar Andersen, si seguimos con la metáfora inicial, no son las bondades que traen las primeras copas que se sirven tras el descorchado, ni las alegrías de brindar con champán frío recién sacado de la cubitera; no, la idea es otra. El champán pierde su gracia a medida que desaparecen sus mágicas burbujas y esto es lo que probablemente va a pasar una vez entremos en recesión, cuestión que los analistas económicos parecen tener muy claro.
A la guerra de Ucrania y sus innumerables efectos colaterales se le añaden crisis como la de las criptomonedas, la casi paridad euro/dólar o los confinamientos aún latentes en algunos países como China y Japón. La inflación está disparada y es probable que el efecto champán o el turismo de venganza (elijan el que más les guste) no sean suficientes para calmar la sed de una crisis económica que está a las puertas y de la que desconocemos aún su magnitud.
Mientras tanto, toca disfrutar de las burbujas del champán, pero también recordar el cuento de la lechera para no cometer errores del pasado.
* Manuel Rosell Pintos es experto en dirección empresarial, marketing y turismo. Actualmente es CEO de la consultora turística Abbatissa y la start-up hotelera Spot Hotels.