Tras la apertura de nuestros establecimientos y con la plena seguridad que nos ampara el vivir para y por nuestra profesión de servir al visitante, cada vez son más las ansias de volver a la normalidad. Una normalidad que se ve limitada por innumerables e incontables, pero al mismo tiempo indispensables, medidas de seguridad que día a día cambian y aumentan la indecisión y miedo de muchos de nosotros; nos lleva a preguntarnos si lo estamos haciendo bien o se trata de una incapacidad del turismo para interpretar el valor del Ocio.
El Ocio se ha convertido en una cita previa más con el turista y visitante, que nos obliga a adoptar el rol del Capitán Trueno de antaño, reinventando lo ya reinventado e intentando maquillar lo que ya no admite caracterización alguna. Llegando a la conclusión que la intención es una cosa y la acción es otra y que ningún encuentro es casual. Lo mejor de lo malo es que no es peor.