Opinión
El día que Joan Miró me regaló el logo de España
Existía la necesidad de presentar la España turística como el país de la diversidad bajo el sol
La formación del primer gobierno de Felipe González provocó una oleada de entusiasmo mezclada con ansiedad, por lo que pudieran hacer esos jóvenes 'nacionalistas', como les llamaría Reagan. A fin de cuentas, para los medios internacionales y, especialmente para los americanos, el calificativo de 'socialista' era muy fuerte.
En el primer Consejo de Ministros, Enrique Barón, a cargo de la cartera de Transportes, Turismo y Comunicaciones, me propuso como director general de Promoción del Turismo y así fue aprobado, por lo que me convertí en uno de los primeros sesenta altos cargos de ese gobierno.
Como ya tenía experiencia como funcionario de ese sector, me puse manos a la obra inmediatamente. Monté un equipo, incluyendo consultores externos, encargado de preparar el primer plan de marketing integral del turismo español —de hecho el primero del mundo— tomando como modelo a las multinacionales americanas, con una marca genérica que funcionara como paraguas y, por debajo, las marcas correspondientes. La comparación era fácil, España como marca paraguas y las diferentes comunidades autónomas como marcas específicas. Era una solución técnica a un problema político.
Algunas comunidades autónomas, no solo Cataluña, querían que la Administración central dejara el turismo en sus manos y que se limitara a disponer de una pequeña unidad de coordinación. De hecho, en los estatutos aprobados figuraba siempre como competencia exclusiva.
La primera conclusión de esos estudios fue la necesidad de presentar la España turística como el país de la diversidad bajo el sol, lo que en la campaña de publicidad se presentaría como: 'Spain everything under the sun'. Necesitábamos un logotipo que recogiera esos atributos siguiendo la estela multinacional. Lo encargué a los equipos técnicos de la Dirección General, pero lo que recibí no me satisfizo. Acudí a los grandes pintores vivos: Dalí, Tàpies y Miró. Les enviamos una carta del ministro Barón, pero no hubo respuesta.
Comentado el asunto con el editor mallorquín Pere Serra, amigo personal de Miró, me dijo que él se ocupaba.
Me llamó unos días después; había estado con el maestro, que se encontraba enfermo en cama, por lo que no podría realizar un diseño original, pero le había dado permiso para llevar a cabo un collage con obras de su propiedad o sobre las que tenía derechos de autor, y le pidió que lo habláramos con Francesc Farreras, director de la galería Maeght de Barcelona, que era su marchante, a quien expliqué el logo que queríamos para identificar la campaña de 'España todo bajo el sol'.
Efectivamente, tanto Serra —propietario de múltiples obras de Miró— como mi colaborador, Aurelio Torrente, se pusieron a expurgar entre la infinita obra del catalán y escogieron unos cuantos bocetos que Farreras le presentó al maestro. Fue el mismo Miró el que seleccionó las letras que habían figurado en su cartel para el mundial de fútbol de 1982. El sol y la estrella formaban parte de un trabajo que había realizado en 1967 para una exposición de homenaje a Picasso, en Saint Paul de Vence.
En marzo de 1983, Serra, Farreras y yo nos reunimos con el pintor en su casa. Le acompañaba su mujer, Pilar Juncosa.
Yo había negociado con Farreras un pago de unos diez millones de pesetas, unos sesenta mil euros de hoy sin deflactar. Una cantidad simbólica pero que permitía a la Administración presentar la operación como una compra. No pudo ser. Miró se negó a cobrar ni una sola peseta: "Para el Rey y el Govern tot gratis", repetía para, inmediatamente, cortar la conversación y pedirle a su mujer la "supeta".
Cuando la pareja se casó, la buena sociedad de Palma comentaba que la Juncosa se casaba con "un que diú que pinta" y lo cierto es que ella tuvo dudas de que su marido fuera un genio. Cuentan algunos que tenían buena amistad con ellos, que estaba muy preocupada por si los compradores querían devolver las obras que habían adquirido a precios desorbitados, ya que no disponía de suficiente dinero para devolver lo pagado.
Miró, pequeño de estatura, tenía toda su fuerza en unos ojos azules que parecían ver el infinito. Siempre fue una persona modesta en su forma de vida, lo opuesto a Dalí o Picasso. Podía haber sido suya la frase de este último: "Necesité cuatro años para pintar como Rafael, pero me llevó toda una vida aprender a dibujar como un niño". Es inevitable acordarse de aquel otro genio: Groucho Marx, que al ser preguntado si había entendido, contestó: "Claro que lo entiendo. Incluso un niño de cuatro años podría entenderlo. ¡Que me traigan un niño de cuatro años!".
Treinta y siete años después el logo sigue siendo joven.
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