Opinión
El enésimo Eurovegas
Cuando parecía que se había pasado la manía, resurge un proyecto al estilo Eurovegas en Extremadura: Elysium City
Desde que Disney decidiera alzar en Paris su parque europeo, en las Navidades de 1985, han sido numerosos los intentos de construir aquí parques de atracciones. Solo uno ha conseguido salir adelante: PortAventura. El resto de los que funcionan (Terra Mítica, Isla Mágica y Warner Madrid) han seguido un itinerario similar: inversión pública en la compra de terrenos y en la construcción, concesión a diferentes gestores que no logran rentabilizarlos y, finalmente, venta a una entidad privada por una ínfima parte del coste, que puede explotarlo sin tener que asumir los costes de la amortización. Y algunos ni con esas. Los planes originarios se habían basado en cifras imposibles de visitantes y gasto.
A la vista de que el modelo no funcionaba se intentó otro basado en los casinos – la clásica concesión administrativa- y se les empezó a llamar Eurovegas. El proyecto más conocido fue el de Madrid, pero también hubo intentos en Aragón, Murcia y Cataluña, que ni siquiera llegaron a comenzar las obras.
Cuando parecía que se había pasado la manía, resurge– el año pasado ya hubo otro fallido en el mismo lugar– un proyecto en Extremadura, Elysium City, que fue presentado por el propio Presidente de la Junta extremeña. Se notifica el número de empleos que se crearán, el diseño, el número de visitantes, la inversión y la empresa que la llevará a cabo. Todo ilusiones que, una vez más, no se convertirán en realidad.
Lo más notable de este último proyecto es la personalidad del promotor: John Cora, Presidente de Cora Alpha. Jim Cora, que ya no cumplirá los ochenta, es un conocido profesional de los parques de Disney, donde empezó a trabajar en 1957 y se jubiló en 2001. Participó en la creación del parque de Orlando, fue el hombre de Disney en el de Tokio y uno de los tres profesionales encargados de hacer todo el trabajo preparatorio para la elección del parque europeo. Una vez seleccionado Paris, fue el primer director del mismo. Cora era partidario de que el parque se instalara en Salou, donde está ahora PortAventura, optando por un modelo de menor inversión, mejor climatología y mayor seguridad financiera.
La prensa local extremeña ha publicado que su empresa realizaría la necesaria inversión de algo más de tres mil millones de euros, pero si algo aprendió Jim de sus aventuras internacionales es que a los parques se juega con el dinero de los demás. Los inversores iniciales se cansan de las ampliaciones de capital y terminan vendiendo por el cinco por ciento de lo que invirtieron, como pasó en Paris, cuando finalmente compró Disney. Tomando el ejemplo de la gran escuela donde se formó, sabe que el dinero está en los contratos de gestión y en el cobro de regalías. Así lo hizo Disney que creó una empresa separada para ser la propietaria del parque, pero en la que ellos no tenían ni el diez por ciento, con la que contrató debidamente. De esta manera los propietarios del parque perdían y Disney ganaba.
Con Cora y el resto del altamente cualificado equipo de Disney aprendí las leyes básicas de explotación de un parque que nos indican que ninguna de las cifras aportadas aguanta un mínimo análisis. Es imposible alcanzar cuatro millones y medio de visitantes como se deduce del más elemental análisis de las isócronas de población y de las redes de comunicación existentes. En la llamada Siberia extremeña vive un máximo de veinte mil personas y el eje Madrid-Lisboa, incluso cuando se construya el AVE no es suficiente. Y la ilusión de otro aeropuerto en Talavera de la Reina es eso, una ilusión.
Semejante inversión exige unos pagos anuales de amortización de al menos trescientos millones, si obtienen un buen préstamo, costes salariales por importe de casi cien millones (si hay 3.000 empleados, como han anunciado), más gastos de mantenimiento, renovación de las atracciones, compra de material consumible, etc. Cerca de 500 millones al año. Aunque tuvieran los imposibles cuatro millones y medio de visitantes y cada uno de ellos, incluidos niños, gastara cien euros, y no parece que la renta de la población cercana de para tanto, se quedarían cortos.
¿Dónde está pues el negocio? Históricamente los promotores esperaban que con la recalificación de enormes espacios aparecieran los especuladores que huelen el negocio aunque sea a largo plazo. Porque supongo que ni la Junta ni el Gobierno Central se gastarán el dinero de todos con la seguridad de perderlo sin necesidad de inaugurar un casino.
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