El Puerto de la Cruz guarda muchas similitudes con Benidorm: turismo nacional durante el verano y extranjero en el invierno, con una nacionalidad dominante, los ingleses en el destino mediterráneo y los alemanes en el atlántico.
Ambas ciudades buscan su clientela entre las clases medias europeas en una demostración de que el turismo es una de las principales realizaciones del estado del bienestar. En las temporadas bajas y medias los clientes tipo Imserso predominan; el factor de ocupación es de los más altos de España y los dos son capaces de ofrecer una extraordinaria relación precio-calidad, tanto en el alojamiento como en la media pensión. Y, por supuesto, abren todo el año sin que se vean afectadas por la estacionalidad.
Sin embargo, sus orígenes son bien distintos.Todo el mundo sabe que Benidorm es una ciudad nueva construida por y para el turismo con un aceptable respeto medioambiental y unas playas extraordinarias. El Puerto de la Cruz, o de la Orotava, por su parte, tenía ya asentamientos guanches y en los siglos XVI y XVII era un puerto pesquero en la costa y productor de vino y azúcar en el interior. En los finales del XVIII y principios del XIX era el principal puerto canario en el comercio con Europa.
Se puede decir que aquí es donde nació el turismo moderno en España. Se crea entonces el primer sanatorio del archipiélago dedicado a los turistas, especialmente los británicos, en 1886, y poco después se construye el Gran Hotel Taoro y se remodelan casas tradicionales para convertirlas en hoteles. Había una importante población local que vivía de la agricultura y la pesca.
En los años cincuenta, tras la apertura en 1946 del aeropuerto de Los Rodeos, se produce una verdadera explosión urbanística que termina con la agricultura y con gran parte de la costa. Cuando en 1955 el Puerto es declarado Lugar de Interés Turístico Nacional ya se habían cometido muchas de las tropelías que duran hasta hoy día. En esos años era un referente del turismo moderno tanto en el archipiélago como en toda España. Las crisis de los años setenta, la comercialización turística del más soleado sur de la Isla, especialmente tras la apertura del aeropuerto Reina Sofía en 1978, y el tremendo accidente aéreo, un año antes en Los Rodeos, colocan en serias dificultades a la ciudad.
Los poderes públicos reaccionan ya desde 1977 con unas actuaciones modélicas. La conversión del lago natural de Martianez en un inmenso conjunto de piscinas de agua de mar ha protegido y puesto en valor buena parte de la Costa Central de municipio. El genio de César Manrique, que también diseño el arreglo de las playas denominadas conjuntamente, y con buena razón, Playa Jardín salvó al Puerto. Otro creyente, el alemán Kiesling, invirtió en la creación de un gran parque, el “Loro Parque" considerado como uno de los mejores del mundo en su género, y en el mantenimiento del famoso Hotel Botánico.
La construcción vuelve en los ochenta, pero con un menor impulso, y afortunadamente ha sido escasa desde la crisis. El Puerto hoy es un aceptable lugar de vacaciones con playas cuidadas y lugares interesantes que visitar como el Jardín de Aclimatación, uno de los más antiguos e interesantes de Europa o el Museo de Arte Contemporáneo, Carlos Westerdhal y , por supuesto, las excursiones al Teide, siempre presente, y al Valle de la Orotava.
Como en tantos lugares de pescadores, las Fiestas del Carmen son motivo de festejos. En este caso una gran parte de los 30.000 “ranilleros”, o vecinos del lugar, disfrutan de la procesión marítima y de la sardinada de San Telmo, como también lo hacen algunos avispados turistas nacionales.
La gastronomía local es similar a la del resto de las zonas costeras de la Islas, basada en el pescado local y las papas arrugas con mojo picón. El vino de la Orotava es agradable.