Soy Mercedes González y tengo 22 años. El pasado año participé en el programa de movilidad Erasmus, ya que estudio Administración y Dirección de Empresas en la Universidad.

Por esto, y a pesar de ser tan joven, he tenido la suerte de visitar unos cuantos países, de los cuales he conocido y aprendido mucho. Pero siempre hay alguno que impresiona o marca más que otros. Es el caso de Israel, y más concretamente, la ciudad de Jerusalén. Tuve la oportunidad de conocer esa gran cultura hace un año, y nada de lo que vi pasó desapercibido. Será la gran diferencia con respecto a España, o la idea preconcebida que tenía yo del lugar, pero sin duda, me sorprendió y para bien.

Jerusalén tiene un ambiente acogedor, sus residentes son muy amables y cercanos, las calles siempre están llenas debido a su elevado numero de turistas. Por supuesto, lo que más caracteriza esta ciudad es el haber sido la cuna de tres grandes religiones. Todos los edificios para rendir culto, la historia que trae consigo los lugares emblemáticos (Muro de las Lamentaciones, Monte de los Olivos…) y lo más importante, sus creyentes. Las personas que se mueven hasta allí por la fe que tienen, es muy conmovedor ver la devoción y la entrega de los fieles. Por otro lado, este país tiene mucho más que ofrecer, su comida árabe es muy característica, con sus especias y sus aromas, no te deja indiferente. Experimenté la peculiaridad del Mar Muerto, donde el agua te hace flotar y te expulsa como cuando sumerges una colchoneta en la piscina. Podría enumerar tantas cosas, que me hacen falta días y noches, pero prefiero que lo comprueben por ustedes mismos y no sea yo quien se los cuente.

Viajar me ha dado muchas cosas: personas, culturas, conocimientos, y experiencias inolvidables, pero sobre todo aporta una visión de la vida mucho más abierta y mucho más bonita. Por eso es que se dice “mira con los ojos del turista, que ven belleza donde todos ven rutina”.

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