Con motivo de mi 40 cumpleaños, mi fantástica mujer me regaló este viaje. Nunca olvidaré la experiencia.
En julio de 2018 me subí en un avión de Norweigan en Barcelona en dirección al río Eira, Noruega.
Fueron 4 días muy intensos en un lodge exclusivo, una sorprendente calidad gastronómica y con un aforo para 8 cañas (pescadores) de distintos lugares del mundo. Podíamos pescar todo el día excepto de las 13h a las 18h pues se reservaba el río para los lugareños. En julio, en el río Eira no hay noche, sólo 2 horas de cierta oscuridad lo que implicaba que teníamos muchas horas de pesca y pocas para descansar. ¿Cómo podía ponerme a dormir estando en el paraíso?
Soy de Barcelona y como sabéis, desgraciadamente, no hay salmones en Cataluña. Estuve pescando a mosca truchas durante 8 meses entrenándome para el viaje, haciendo mis propias moscas, saliendo a pescar siempre que el trabajo y familia me lo permitía pero... no tiene demasiado parecido la pesca de truchas con la pesca del salmón.
Era mi primera vez. Nunca había pescado a mosca a dos manos. No conocía el río. ¿Salmones? los que había visto por televisión. Tenía que aprender a marchas forzadas y conseguir pescar un salmón atlántico como antaño, a mosca y a dos manos. Todo un reto.
Me puse el wader, botas, chaleco, gorra, cajas de mosca, gafas polarizadas, caña, bajos de linia... y al río.
Complicado, muy complicado la verdad. El río bajaba con poca agua y los otros pescadores con experiencia (yo era el novato) justificaban la nula pesca a que el salmón necesita un caudal superior para remontar el río. La mitad del viaje lo necesité para aprender y entender cómo funcionaba la pesca a dos manos y conocer el salmón.
Después de dos días sin una sola picada y durmiendo poquísimas horas llegó mi momento. Me sitúo en el sitio correcto, lanzo a dos manos con una delicada presentación de la mosca y la mosca empieza a pescar desde el primer metro. La mosca surfea entre las corrientes de aguas cristalinas y de pronto, explota la superficie donde nadaba mi mosca y... picada espectacular. La emoción y pulsaciones a tope, la fuerza, potencia y velocidad del salmón fueron algo inolvidables. Después de 10 minutos, ese gran salmón profundizó para descansar y no había forma de moverlo. Empezó a dar unos cabezazos secos y potentes y de repente... la mosca salió disparada del agua. Lo perdí. No me lo podía creer. ¡Qué decepción!
El salmón no come cuando sube al río, su único objetivo es desovar, de modo que ataca las moscas artificiales por territorialidad, curiosidad... lo que implica que se pierden muchos salmones ya que no muerden bien.
Más que nunca, tenía que seguir insistiendo, no podía dejar que el cansancio me venciera.
El penúltimo día y con sólo 5 salmones pescados por todo el grupo, los 7 pescadores fueron a hacer algo de turismo. Estaba roto de cansancio pero tenía que conseguir mi objetivo y me fui al río.
Esta vez sí. Al primer lance un salmón de 2,5kg recién entrado del mar mordió bien mi mosca. Era pequeño sí, pero para mi era inmenso. Lo había conseguido. Después de la fotos, devolví ese maravilloso animal salvaje a su medio. Catch & Release.
Gracias María, amor. Todos estos recuerdos que nunca olvidaré son gracias a ti.