Todo comenzó a modo de sorpresa, un viaje en familia. Nos dijeron el destino y no nos lo podíamos creer. Un lugar totalmente diferente a donde vivimos, donde el frío hace que tengas que llevar guantes y bufanda según te levantas, donde la escarcha recubre los coches al amanecer, donde la nieve viste caminos y campos...
De los lugares más bonitos que puedes descubrir en este país es el lago Léman y sus pueblos de alrededor, tanto franceses como suizos. Nosotros íbamos en coche, por lo que pudimos visitar bastantes sitios como Montreux o el castillo de Chillon, así como recorrer a pie las calles de los pueblos de la zona.
Otro de los días, tuvimos la oportunidad de visitar la fábrica de quesos de la famosa ciudad de Gruyère, donde nos trataron con amabilidad y hablaban español, por lo que la comunicación fue todavía mejor, aunque supiéramos hablar inglés. La verdad es que es un punto a favor para aquellos que quieran visitarlo y no sepan hablar con fluidez inglés o francés. Nos dieron a degustar una gran variedad de quesos y todos buenísimos.
Además, ya que pasábamos por allí, visitamos el castillo medieval, pudiendo disfrutar de las vistas de alrededor y de las casas de por allí. Ese mismo día fuimos a la fábrica de chocolate Cailler, donde pudimos realizar un recorrido por el interior y así poder ver su historia, mecanismo de producción y degustar algunos de los chocolates que se elaboran allí. Un punto muy a favor de este sitio es que hacen descuentos para estudiantes.
Otro de los aspectos por lo que queríamos visitar Suiza era para poder esquiar, deporte que nunca habíamos practicado. El problema fue que no pudimos, las pistas estaban cerradas porque el nivel de nieve no era todavía el suficiente. Por tanto, fuimos en coche hasta Chamonix (Mont Blanc, Francia), donde disfrutamos de un día en familia esquiando.
Aconsejo visitar este país al menos una vez en la vida. Fue una experiencia increíble.