Mi nombre es María Rey, tengo 23 años y resido en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Sí, soy isleña y vivo en un maravilloso entorno, en el que puedes disfrutar tanto de un día de sol, arena y mar, como de una puesta de sol desde alguno de nuestros monumentos naturales respirando el aire limpio y húmedo del campo.

Sin embargo, el hecho de concebir mi tierra como un paraíso nunca ha frenado mis ganas de descubrir otros lugares, posiblemente tan increíbles como este. Sin duda la vida me ha demostrado que hay muchas experiencias “ahí fuera” que valen la pena, pero eso sí, para poder disfrutarlas hay que dar un paso: “salir de tu zona de confort”.

Pues bien, yo no tardé demasiado en tomar ese camino. En el último curso de mi carrera decidí dejar atrás mi casa, mis amistades y mi rutina para inscribirme en el programa Erasmus+ y, a día de hoy, confirmo que es de las mejores decisiones, (por no decir la mejor), que he tomado en mi vida.

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Viaje con el programa Erasmus+ de la clase de María Rey

En septiembre llegué a Breslavia, Polonia, el destino que elegí, la ciudad que iba a ser mi residencia durante mi programa formativo, y que, con su gastronomía tan particular, sus calles decoradas con más de 500 gnomos, sus mercadillos de navidad y su ambiente juvenil y distendido terminó siendo mi hogar para siempre.

Wroclaw, mi base de operaciones, la línea de salida desde donde cogí mis maletas y me eché a volar fin de semana sí y fin de semana también. Me sentí una princesa cruzando los enormes castillos de Praga; me desmayé en el metro de Varsovia; bebí cubatas en “Instant”, la séptima mejor discoteca de Europa (Budapest); hice una cola de dos horas para ver sólo media de espectáculo en la ópera de Viena; tomé sopa de queso en Bratislava; me di un baño en el Mar Muerto (Israel); pasé por Noruega y no probé el salmón; viví la historia desde dentro en Auswichtz…Y no me creerían si les digo que aún siento frío con tan sólo pensar en Zakopane.

Además de ello, formé una familia con unas personas de las que 9 meses antes no sabía de su existencia, y que hoy, nunca las podré olvidar.

A pesar de que aquella aventura terminó hace meses, siguen quedando rincones por descubrir y personas por conocer, y no hay mes que no eche una ojeada a las páginas web de diversas compañías, deseando que llegue el momento de volver a sentir ese movimiento rudo del sillón del avión al despegar.  Por eso si me lees te recomiendo encarecidamente: VIAJA, quizás algún día no podrás, pero te quedará una maleta llena de recuerdos por deshacer.