Opinión
Ha vuelto la masificación turística ¿por qué?
Cuando lo sexy son los turistas y el atractivo pasa a segundo o tercer plano. Cambio en la jerarquía de valores turísticos: Y ahora ¿qué es más sexy?
La verdad es que la masificación turística solo ha tenido un descanso coincidiendo y causada por las restricciones de la reciente pandemia porque la tendencia sigue siendo la misma desde hace más de una década, aunque como he comentado en varias ocasiones este fenómeno existe en muchos pueblos y áreas naturales desde hace más de 30 años, sin todavía soluciones, ya que entiendo que las causas varían por la inexistencia de planificación, por los cambios disruptivos y rápidos de la demanda turística y excursionista, el oportunismo de una parte de la oferta local, la fuerza de la comunicación, el efecto moda y otra serie de variables que actúan como encimas.
¿Puede tener solución?
Es posible encontrar respuestas a este problema, ya que entre otras consecuencias hay que enfatizar la perdida rápida de la calidad turística, calidad de vida y calidad ambiental, pero no es fácil, puesto que existen fuertes intereses y una ley de mercado que no favorece una regulación estricta y necesaria.
Desde mi punto de vista se ha cambiado la jerarquía de valores, es decir las motivaciones de los turistas y el hecho de convivir en el mismo espacio y tiempo ahora puede ser tan “sexy” como no lo era antes o como no lo es para ciertos segmentos de la demanda.
Pero, sin duda, el número de turistas no debería conllevar necesariamente los problemas de masificación turística, como es el caso específico de Benidorm, un destino español emblemático de sol y playa que recibía en el 2019 la cantidad de 19,2 millones de turistas con una población residente de 67.500, balance que sería nefasto en la mayoría de los territorios salvo que exista un destino consolidado, que se apliquen medidas de gestión sostenible, que se cumplan las expectativas de la demanda y que exista un balance equilibrado social entre población y visitantes.
Y es que el turismo puede ser un factor negativo o positivo según el modelo de gestión que se aplique y los objetivos a alcanzar"
Y, sin embargo, en otros centros urbanos donde ese ratio turista/residente es muchísimo menor se genera una enorme problemática social y económica. Para mí la gran diferencia es la de ser o no un destino turístico. Y es que el turismo puede ser un factor negativo o positivo según el modelo de gestión que se aplique y los objetivos a alcanzar, pero claro es que la mayoría de las ciudades y pueblos no tienen esos objetivos y por ende su modelo de gestión está enfocado en otra dirección, obviamente.
La no convergencia de intereses determina una batalla entre la población y sus necesidades con los prestadores turísticos, ya sean propietarios de viviendas de uso turístico, hotelería, restauración, viviendas alegales, transportes, etc. y es donde y cuando la actividad turística (especialmente la no profesional ni empresarial) impacta negativamente por su desvinculación social y emocional con el entorno y por sus resultados de desigualdad social, provocando el surgimiento o resurgimiento de la turistofóbia y turismofóbia, fenómenos que están volviendo de nuevo a la palestra.
Y, por otro lado, no ayuda mucho el modelo político muy generalizado de perseguir aumentar al máximo el número de turistas por año a la vez que perseguir un desarrollo y gestión sostenible.
La competición cuantitativa entre destinos no consigue competitividad y es insostenible.
*Arturo Crosby es editor de Natour magazine.