El principal activo de Google es el inmenso fondo de datos de miles de millones de personas. Como todos los que usamos ese buscador hemos podido comprobar, lo sabe todo sobre nosotros. Por supuesto, sabe dónde hemos viajado y dónde pensamos viajar. Deloitte es una de las principales empresas mundiales de auditoría y consultoría que ha prestado servicios a numerosas entidades turísticas públicas y privadas.

Juntas han realizado un estudio sobre el futuro del turismo internacional en el que vaticinan que España superará a Francia en el número de turistas internacionales en el año 2040, con 110 millones, frente a los 105 de nuestros vecinos y los 100 de los Estados Unidos.

Nada más leer esa información, recogida con alborozo en diversos medios, no pude evitar acordarme de la paradoja de Zenón, la tortuga y Aquiles, que asegura que el corredor más rápido, Aquiles, nunca puede adelantar al más lento, la tortuga, ya que debe alcanzar primero el punto donde comenzó el perseguido y así sucesivamente; de manera que el más lento siempre llevará una ventaja.

Una paradoja o aporía se basa en un razonamiento correcto cuya conclusión es falsa. En esta paradoja la falsedad es palmaria, pero algunos matemáticos tuvieron que hacer el esfuerzo de demostrarlo con cálculos variados.

En el caso que nos concierne, España sería Aquiles y Francia la tortuga, aunque en el punto de partida —los resultados del año 2023— la ventaja de Francia no es grande: 100 millones frente a 85, el ritmo de crecimiento que G y D esperan de nuestro sector tiene que ser muy superior al de los galos. La dificultad para conseguir el objetivo no proviene de las expectativas de viajeros, sino de los sistemas de cálculo oficiales, bendecidos por ONU Turismo, que califica como turista internacional al que pernocta al menos una noche fuera de su país.

Millones de alemanes, suizos, belgas, holandeses y británicos en ruta a nuestro país son contabilizados como turistas en Francia.

Pongamos el ejemplo de una familia holandesa, padres y dos hijas, que salen de su país en automóvil con destino a la Costa Brava, donde pasarán 15 días. Necesitan descansar una noche en Francia tanto a la ida como a la vuelta. En la contabilidad gala figurarán como 8 turistas y 8 pernoctaciones, mientras que en la española aparecerán solo 4 turistas, aunque las pernoctaciones sean 60.

Por supuesto, también en nuestra contabilidad, si esa misma familia se dirigía a Marruecos y pernoctaba en España, serían 8 turistas, mientras que Marruecos se quedaría solo con 4, pero esa situación es menos frecuente.

La conclusión es que si crece el turismo de automóvil a España desde el resto de Europa, el que se contabiliza en Francia crece al doble. Resulta que a la tortuga la han puesto alas y corre más que Aquiles.

Cualquiera que estudie las estadísticas descubrirá que España es el primer país europeo por ingresos, con 85.000 millones de euros el pasado año, es decir, mil euros por turista; mientras que Francia ingresó 63.000 millones, unos 600 euros por turista, ocupando el tercer lugar en Europa por detrás no solo de España sino también del Reino Unido.

El trabajo de G y D calcula que el número de turistas internacionales en el año 2040 será de 2.400 millones —en el 2023 fueron 1.300 millones—, pero una cuarta parte de ellos procederán de China y Estados Unidos, dos países alejados de Europa que envían sus viajeros a lo que en algunos lugares denominan el near abroad, el extranjero cercano: Hong Kong, Macao —así son las estadísticas—, Taiwán y Tailandia, en el primer caso, y México, Canadá y el Caribe de habla inglesa en el segundo. A nosotros nos quedan los restos, ciertamente muy sabrosos, pero que no engordan.

En los grandes destinos europeos no solo los vecinos, que son los que votan, están hartos del exceso de turismo — por supuesto no del turismo—, sino que las autoridades han empezado a tomar medidas para evitar el crecimiento descontrolado que ya ha desbordado algunos de los lugares más emblemáticos del Mediterráneo.

Veo difícil que se cumpla la profecía de G y D. En realidad, espero que no se cumpla porque, a menos que haya un fuerte trasvase de clientes de unos cuantos municipios de la costa mediterránea y los dos archipiélagos a lugares de momento más tranquilos, como la costa de las comunidades autónomas atlánticas, los números no dan.

Para acoger a los nuevos clientes, la capacidad alojativa de esas CC.AA. tendría que aumentar significativamente, con lo que las poblaciones locales empezarían a sentir los conocidos problemas de escasez de vivienda, precios excesivos y saturación en las capitales y en algunos puntos de playa; situación que se agravaría por unas condiciones climatológicas que no animan a usar los recursos durante todo el año como actualmente ocurre en múltiples lugares. Los inversores no obtendrían la rentabilidad a la que están acostumbrados.

Lo mejor que puede pasar es que dejemos a Francia el honor y nosotros nos quedemos con la pasta.

 

*Ignacio Vasallo es director de Relaciones Internacionales de la Federación de Periodistas y Escritores de Turismo (FEPET)