Hace poco, caminando por la via Cavour en pleno centro de Florencia, me topé con una señal de tráfico para bicicletas que tenía una pegatina que decía “Yankee Go Home”. Como hotelero, parte de mí se incomodó: soy consciente de que, en muchos sentidos, soy parte de la máquina del turismo en esta ciudad. Pero como residente, lo entendí. El overtourism es un problema real aquí, y parece que hemos llegado a un punto en el que los florentinos están al borde del agotamiento.

Florencia no es solo un museo al aire libre, es una ciudad viva, con personas que intentan llevar a cabo su día a día mientras luchan contra oleadas interminables de turistas. Y, aunque soy parte de la industria que los recibe, es imposible ignorar que el 52% de nuestros visitantes vienen de los Estados Unidos. Esto no es un ataque a los estadounidenses, pero la pegatina refleja un sentimiento que cada vez más locales comparten: la sensación de estar invadidos y, en muchos casos, desplazados.

La frase “Yankee Go Home” me recordó a los conflictos de los años 80, cuando esa expresión se usaba como rechazo a la intervención militar de Estados Unidos en varios países. Hoy, sin embargo, es una resistencia silenciosa a la invasión del espacio público y de nuestra identidad cultural. En barrios que solían ser el corazón palpitante de la vida florentina, ahora solo vemos apartamentos de alquiler a corto plazo que han reemplazado a las familias locales. En 2023, el número de estos alquileres aumentó a más de 14,000 propiedades, desplazando a los residentes y subiendo el costo de vida en un 42%.

Como hotelero, soy consciente de que mi negocio depende de los turistas. Pero también soy consciente de que Florencia no puede seguir soportando esta presión. La ciudad corre el riesgo de perder su estatus de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO si no logramos encontrar un equilibrio. Las señales están por todas partes: calles abarrotadas, tiendas tradicionales cerrando para dar paso a las franquicias y un sentimiento general de que nuestra ciudad está siendo consumida.

No quiero que se me malinterprete: no estoy diciendo que debamos cerrar las puertas. El turismo es vital para nuestra economía, especialmente tras los años difíciles de la pandemia. Pero sí creo que necesitamos una estrategia más sostenible. ¿Cómo podemos mantener a Florencia accesible para los turistas, pero también habitable para los que vivimos aquí?

Creo que la solución pasa por fomentar un turismo más consciente, que respete el lugar que visita. La pegatina “Yankee Go Home” no debería ser una declaración de guerra, sino un recordatorio de que el turismo no debe sentirse como una invasión. Los visitantes deben ser conscientes de que Florencia es mucho más que una postal, es el hogar de miles de personas que luchan por mantener viva su historia y su cultura, no solo para ser admirada, sino para ser vivida.

En el fondo, los hoteleros también podemos hacer más. Quizás se trate de educar a nuestros clientes, de invitarlos a explorar otros rincones menos transitados, de promover prácticas responsables. Porque Florencia no es solo un destino; es una ciudad que merece ser respetada por todos, locales y visitantes por igual.

Este “Yankee Go Home” me recuerda que, aunque vivamos del turismo, también somos responsables de proteger el alma de nuestra ciudad.


Manuel Rosell Pintos es experto en dirección empresarial, marketing y turismo. Actualmente, es CEO de la consultora turística Abbatissa y la start-up hotelera Spot Hotels.