En nuestra sociedad o en nuestro modelo, el valor económico de algo condiciona su existencia y, por tanto, cuanto más vale y más negocio produce, mayor valor tiene ese recurso o producto.
La conservación de nuestras áreas naturales debería responder a un principio ético, ya que hablamos de un patrimonio hereditario al cual todas las generaciones deberían tener derecho; sin embargo, este principio suele pasar al olvido y se sustituye por otro que relaciona conservación con producción o negocio.
Si tenemos en cuenta la fragilidad del medio natural y la gran atracción que suelen tener los espacios protegidos, debemos ser más cuidadosos con los negocios que puedan desarrollarse en ellos y aplicar un modelo de gestión sostenible, en el que se contempla la durabilidad de los recursos de tal forma que se aplica el principio de que son finitos y pueden desaparecer o deteriorarse.
Actualmente, ya existen tecnologías como la industria 4.0, o tecnologías innovadoras para la gestión sostenible que ayudan a realizar una gestión muy eficiente y prevenir o actuar a tiempo, algo que podrán descubrir el próximo diciembre en AIRE (Córdoba) de expertos y empresas especializadas.
Pero, si se aplica el modelo de gestión turística basado en la sostenibilidad y competitividad, se está hablando en gran parte de la “circularidad” que, como dice SEGITTUR, “La presión ejercida hasta ahora por un modelo productivo lineal basado en la premisa de “extraer-fabricar-usar-tirar” ha generado consecuencias de alcance global e impacto local, la escasez de materias primas y recursos, el aumento de residuos y agentes contaminantes, o la pérdida de la biodiversidad”.
Una de las fórmulas o herramientas para conseguir resultados positivos es conseguir un nivel de calidad óptimo, es decir, no perder o recuperar la biodiversidad, que garantiza la calidad ambiental de estos espacios naturales y por ende la calidad turística del destino.
Una solución es reinventar modelos de negocio que funcionen, recuperando la biodiversidad y la salud de los ecosistemas, la regeneración, renaturalización o rewilding, y no solo por su relevancia ambiental, sino también por su aplicación a un modelo de gestión turística eficaz, tema que también se tratara en profundidad en las conferencias de la feria internacional AIRE2024, con organizaciones como CD-Habitat, Rewilding-Spain y Rewilding-Portugal.
Por dar unas cifras, se estima que los parques nacionales de España generan anualmente alrededor de 2,5 mil millones de euros en ingresos económicos, a lo que habría que sumar el resto de espacios naturales protegidos y sus hinterland donde se localiza la gran parte del turismo rural. En EE. UU., se estima $50,3 mil millones de dólares, que son cifras muy considerables de negocio y por supuesto de empleos en un mundo rural con poca población y además en retroceso.
El turismo, sin duda, es una actividad económica que puede y debe fomentar la existencia de los espacios naturales, ya estén protegidos o no, porque esto implica un retorno (ROI) muy importante para las empresas vinculadas a dichos territorios.
La existencia de los espacios naturales protegidos en entornos de gran calidad ambiental y turística, favorecen la creación de negocios asociados
Hay que considerar que la actividad turística puede y debe coexistir con otras actividades económicas que si bien muchas están muy relacionadas, ya que son proveedores directos o indirectos, dan el soporte más integral a la conservación y a la gestión sostenible.
La existencia de los espacios naturales protegidos en entornos de gran calidad ambiental y turística, favorecen la creación de negocios asociados que dan respuesta a la necesidad económica y social de las poblaciones locales implicadas; pero siempre teniendo en cuenta los posibles escenarios de masificación y saturación de visitantes, algo previsible y evitable para garantizar la calidad deseada y no morir de “éxito”, porque al final mueren.
*Arturo Crosby es editor de Natour magazine.