En abril se cumple el primer centenario del nacimiento del artista del paisaje y creador de espectáculos visuales en los que el guión es interpretado magistralmente por la naturaleza. César Manrique (1919-1992) falleció víctima de un accidente de tráfico, premonitorio resultado de una de sus obsesiones como fue el incremento del parque móvil en su isla y en el mundo. Y es que el artista llevó a sus máximas consecuencias el principio de pensar globalmente y actuar localmente. Siempre preocupado por los derroteros que la humanidad con su equívoca y consumista búsqueda de la felicidad, un sueño egoista que arrastra al planeta y a sus habitantes a las “consecuencias de este abuso irracional, por estar en juego la supervivencia de la especie”.
César fue el artista que mejor supo unir arte y naturaleza, digno discípulo de otro profeta del paisaje canario, Néstor Martín-Fernández de la Torre (1887-1938), de quien asumió su doctrina de “hacer de la vida una obra de arte”, y así lo hizo, convirtiendo enclaves naturales en obras artísticas visitables y reconocibles por millones de personas de todas las nacionalidades, junto a una proyección internacional de la marca de Lanzarote como tierra de volcanes para el deleite.
La trascendencia global de César, como la de Néstor, hace necesario conocerlos en todas sus vertientes. Primero, como artistas capaces de mostrar el paisaje convertido en arte para introducirnos en él. El amor y respeto a la naturaleza anticipó en ambos la búsqueda de la sostenibilidad y la integración de los seres humanos con la fina capa de nuestra biosfera, constituida por agua, tierra y la atmósfera, en la cual se desarrolla la vida con cada vez menos recursos por la voracidad de la sociedad. Una segunda vertiente, ligada a esta, es la finalidad pedagógica de sus obras, a través de las cuales sensibiliza a los visitantes sobre la importancia de conservar el entorno y las maravillas que nos puede ofrecer. Una tarea que educa a millones de personas pero también atrae el interés especulativo que provoca en el artista el compromiso social para hacer frente ante las amenazas que se concitan sin que para ello haya otro remedio que la movilización social. Y ahí surge la tercera vertiente, la del mensaje y el compromiso, con constantes intervenciones en medios y públicamente para reclamar el respeto y cuidado del entorno y las tradiciones, sin descanso: “No debemos desfallecer, hay que seguir adelante, estar vigilantes mantener viva la conciencia crítica, pues el futuro nunca está conseguido, lo tenemos que hacer desde el presente”. Una lucha angustiosa contra el tiempo y el rumbo suicida de una sociedad insensible con el anunciado desastre porque “No hemos podido todavía aprender la lección, para rectificar y salvar lo que nos queda”.
El Cabildo de Gran Canaria declara a César Manrique Hijo Adoptivo por su aportación a la conciencia y no a las obras que no pudo realizar en la isla. El éxito de los proyectos de Néstor (Pueblo Canario, Parador de Tejeda, Casa del Turismo, Tipismo y Visiones de Gran Canaria) no tuvieron en esta isla el sucesor que pudo ser César y así desarrolló su obra en las demás islas convirtiendo Lanzarote en el territorio manriqueño (Jameos del Agua, Cueva de los Verdes, Mirador del Río, Jardín de Cactus, Castillo de , Monumento al Campesino, Los Algibes, Montaña de Fuego, El Almacén, Fundación César Manrique...). Los turistas siempre encontraban otra novedad hasta el fallecimiento del artista, 6 meses después de inaugurar su Fundación. Sin embargo, este reconocimiento revive el espíritu de dos artistas que llevaron el arte a la vida y pretende dar paso a nuevos creadores con una visión de futuro en el que el hombre y la naturaleza puedan convivir haciendo realidad la sostenibilidad.
[Artículo publicado en el número 69 periódico mensual gratuito 'Welcome to Gran Canaria']