Opinión

La Dama del volcán

Dos mil años después, la calma y la tranquilidad forman parte del paisaje en torno al volcán que fue bautizado con el nombre de su propietario holandés, Daniel Van Damme

La umbría extiende la oscuridad por el impresionante cráter de Bandama, cuando comenzamos a descender al interior de la tierra, como si de un viaje iniciático se tratara, ambientado en aquellas novelas del gran Julio Verne, el gran descubridor del mundo a través de viajes imaginarios pero no tan utópicos como se creía en su tiempo. Nuestro guía en esta ocasión no es el gran escritor, pero sí un excelente anfitrión insular, Rafa Molina, que dirige la agencia Etnoexperience Canarias, donde el valor del paisaje se une al del paisanaje y a las actividades singulares que crean lugares con encanto.

Durante todo el trayecto, a nuestro alrededor, con nuestras huellas impresas en el picón (lapilli), nos rodean los materiales telúricos que la impresionante explosión expulsó, exhibiéndose con todo su dramatismo entre sombras pavorosas. Y sientes que el cuerpo entero se estremece al contemplar la inmensa boca que abrió la tierra, con terribles explosiones que lanzaron bombas de rocas incandescentes a kilómetros. Dos mil años después, la calma y la tranquilidad forman parte del paisaje. La espectacularidad del volcán que fue bautizado con el nombre de su propietario holandés (Daniel Van Damme), hace que los sentidos estén más despiertos y capten todos los detalles para crear un recuerdo imborrable. Los aromas, colores, formas, los vertiginosos escarpes donde nos adentramos. Todo inunda tu piel como un tsunami, arrastrándote por nuevas sensaciones que se van ordenando armónicamente mientras realizamos el descenso, en un zigzag vertiginoso, rodeados de una variadísima y sorprendente flora que nos sirve de catálogo de especies endémicas de Canarias, de la isla o de la propia caldera, donde habita una singular ‘Dama de Bandama’, coqueta y casi imperceptible en este jardín interior. Esta planta del género Parolinia, fue localizada en 1998 por Víctor Montelongo en el fondo de la Caldera de Bandama; y unos meses después, Zöe Bramwell encontró otra pequeña población en los taludes externos de la Caldera. Esta especie nueva fue bautizada como Parolinia glabriuscula, de la que tan solo existen unos 200 ejemplares silvestres, lo que la convierten en planta en Peligro Crítico.
 


 

Aunque estamos en un terreno donde predomina el bosque termófilo, con numerosos endemismos canarios, la Caldera es un jardín canario en el que también encontramos ejemplares de laurisilva y monteverde, de pinar y de cardonal. Donde también se puede comprobar los estragos de especies foráneas como el eucalipto o el ‘rabo de gato’. Sin embargo, el paisaje dominante es de la flora canaria, a pesar de un clima con pocas precipitaciones invernales y largas temporadas secas durante el verano, así como una fuerte presión humana que ha condicionado su expansión. Situada en el pasado en el bosque denominado 'Monte Lentiscal', actualmente localizan especies arbóreas, como los lentiscos, acebuches, palmeras canarias, dragos, sabinas, almácigos, mocanes, marmolanes, etc. Entre su flora también existen endemismos canarios, como puedan ser guaydiles, orobales, tajinastes y malvas de risco, entre otras, incluso líquenes y rastros de monteverde gracias a la mayor retención de humedad que provoca la caldera.

En el fondo de la Caldera hay un gran esqueleto de un lagar. El recuerdo de una actividad que dio sustento a generaciones que transformaron el corazón de la tierra para crear el vino del volcán. Una gran extensión y fértil. Sólo unas décadas y la vegetación ya cubre las antiguas eras y terrazas de cultivo. Pero no hay que alejarse mucho del cráter para encontrar el paisaje del vino del Monte, perteneciente a la Denominación de Origen Vinos de Gran Canaria, con sus sabores y aromas únicos, gracias al mantenimiento de variedades de uva que solo se conservaron en las islas tras la plaga de filoxera que arrasó con los viñedos de casi todo el mundo.
 

Pared de picón en el camino | Foto: Michel Jorge

El vino sigue en el paisaje, a pesar de la desaparición de viñedos. A la Caldera se llega atravesando el paisaje del vino y nosotros salimos por los viñedos y la bodega de Mondalón, donde completamos el periplo compartiendo uno de los mejores momentos que se puede vivir, el de una familia orgullosa de invitarnos a conocer el fruto de su esfuerzo y su cariño hacia la tierra y a los productos que nos regala a cambio de cuidarla. Pero esto lo dejamos para otro artículo...

 

*Este artículo también es publicado en el periódico gratuito 'It is Gran Canaria' y en el blog de Michel Jorge Millares, periodista y escritor experto en Turismo. Es reproducido con su autorización.

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