Al ver esta noticia la pasada semana no pude evitar tener sentimientos contrariados. No por el derecho legítimo a la huelga, sino por lo que representa: una celebración colectiva de una situación límite.
Que se aplauda y se celebre la decisión de mantener una huelga en la hostelería durante Semana Santa es algo que debería hacernos reflexionar profundamente de cómo hemos llegado a este punto, buscar qué falló en el diálogo, en la gestión o en la escucha.
La huelga es una herramienta de último recurso, un método de presión en la negociación, una señal de alarma, pero no un motivo de júbilo.
Que trabajadores y trabajadoras tengan que parar su actividad laboral, con todo lo que ello conlleva, solo lo entiendo como un fracaso de todos los involucrados. No creo que haya ganadores en este pulso que deban celebrar nada.
*Daniel Hernández es gerente de F&B