Opinión
El nuevo modelo turístico
La temporada turística suele ser una sucesión de éxitos, mientras que la periodística presta más atención a la necesidad de cambiar el modelo turístico que tan bien ha funcionado
La temporada periodística sobre el asunto es aún más breve que la turística. Esta última dura del último fin de semana de marzo al último de octubre, mientras que la primera se inicia tímidamente en julio, se intensifica en agosto y se olvida en septiembre. Este año, tras el parón de los dos últimos, ambas se han adelantado.
La temporada turística suele ser una sucesión de éxitos (desde el punto de vista de los números), mientras que la periodística presta más atención a la necesidad de cambiar el modelo turístico que tan bien ha funcionado.
Por supuesto, el cambio de modelo tiene significados diferentes según quien exprese la idea. Para los ecologistas y otros grupos, los excesos del turismo de masas, especialmente en destinos saturados como Mallorca o Barcelona, exigen que las autoridades tomen medidas que eviten los efectos negativos: control de los alojamientos turísticos y de los cruceros, entre otras —las administraciones de ambos destinos ya las están tomando—. Pero para los principales medios de comunicación, algunas de las grandes empresas relacionadas con sector —no las hoteleras— y no pocas administraciones, significa algo totalmente distinto: reducir la dependencia del turismo de sol y playa, incrementar el turismo cultural, aumentar la cuota del turismo oriental, especialmente el chino, y otras semejantes cuyo objetivo sería conseguir un turismo de “mayor calidad”, es decir, que gaste más.
Ambos modelos son incompatibles. A los primeros les preocupa el medio ambiente y el bienestar de la población local, mientras que los segundos prefieren aumentar la rentabilidad de las inversiones.
Ocurre, sin embargo, que fuera de los focos han estado ocurriendo muchas cosas. El resultado es que la discusión sobre el cambio de modelo ha quedado obsoleta. El llamado turismo cultural viene creciendo desde hace ya varios años y ha puesto en el mapa turístico mundial a varias ciudades españolas de costa, poco conocidas hasta hace poco. Por supuesto, Barcelona, pero también Valencia, Palma de Mallorca, Málaga, A Coruña, San Sebastián o Gijón en las que ambos tipos de turismo se mezclan u otras sin mar como Sevilla y Madrid. En todas ellas se ha abierto recientemente nuevos hoteles de las categorías superiores. El resultado es que algunas ya están sufriendo el exceso de turismo.
La revista Espaces publica precisamente este mes un reportaje sobre el exceso de turismo en algunas ciudades, algo que los destinos de sol y playa saben gestionar mejor.
Todo el subsector hotelero está llevando a cabo una importante reestructuración, especialmente las grandes cadenas que han realizado una serie de innovaciones, fundamentalmente en las áreas de digitalización y mejora del medio ambiente. Las principales cadenas centran su actividad en los grandes destinos de costa y en las principales ciudades. También siguen con su proceso de internacionalización. Pero dos tercios de los hoteles son independientes o pertenecen a pequeños grupos a los que les cuesta más dar el gran salto adelante.
Mientras estábamos encerrados, muchos hoteles han cambiado de propietarios y otros han cambiado de pareja para el alquiler o la gestión. Unos y otros ya están en el nuevo modelo. Algunos destinos clásicos: Magaluf o Playa de Palma han renovado su oferta y otros están en ese proceso con una notable mejora.
La discusión sobre la procedencia de nuestros visitantes ha desaparecido. Dependemos y seguiremos dependiendo durante muchos años de una clientela europea que nos conoce, está cerca y sabe que nuestra oferta cuenta con todas las garantías que puedan desear. Y como complemento, el turismo procedente de América, especialmente la de habla española, donde también tenemos ventajas relativas. Al tan deseado turismo oriental, especialmente el chino, se le puede aplicar la frase: “Es el turismo del futuro y siempre lo será”, originalmente dedicada a Brasil. Por una razón u otra siempre se queda por el camino.
Pero según vamos avanzando hacia el nuevo modelo, surgen inconvenientes desatendidos hasta ahora. El turismo de lujo es más contaminante por persona que el de masas. Cada pasajero que viene en clase preferente contamina tres veces más que el que viene en turista. El que viene en avión privado mucho más. Antes nos preocupábamos solo de lo que gastaban, pero ahora también importa lo que contaminan.
Los últimos datos que recibimos sobre el gasto de los turistas —que incluyen los gastos en el viaje— nos indican que el principal objetivo del nuevo modelo, mayores ingresos, se está cumpliendo: en comparación con el año 2019, el gasto medio en marzo creció más del 13% y el gasto por día, un 20%.
Resulta que el actual modelo, en constante renovación, es altamente eficaz, mientras que el nuevo modelo no deja de ser una incógnita. Como dicen los americanos, “si no está roto no lo arregles”.
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