Nada más anunciarse los resultados de las pruebas de las vacunas que estaban más avanzadas, se produjo una fuerte subida en bolsa de las empresas turísticas, pero lo más notable fue que la oferta pública de acciones de Airbnb, que salió a un precio de 68 dólares —muy superior al previsto— terminó el día por encima de los 145, valorando a la compañía de San Francisco por encima de la suma de las cuatro mayores hoteleras mundiales en una clara apuesta por una tendencia turística que ya venía pegando fuerte en los últimos años.
Y todo eso tenía lugar mientras que en los principales mercados turísticos del mundo, principalmente emisores, pero también receptores, se estaba produciendo un alarmante crecimiento tanto del número de contagiados como de fallecimientos, con cifras muy superiores a las de la primera ola tanto en Estados Unidos como en Alemania o Gran Bretaña.
Como indican Tarino Mzerzewan y Ceylan Yeginsu en un interesante reportaje en el New York Times del 10 de diciembre, la realidad no parece acompañar a ese optimismo. Los cruceros siguen parados; una vez perdido el verano mediterráneo, llevan camino de perder también el invierno caribeño, y a pesar del reinicio de la actividad en algunos países como Estados Unidos y México la recuperación se retrasa cada vez que parece avanzar.
Es imposible que la población europea y americana se vacune masivamente antes del verano y ni siquiera en esa estación, dados los enormes problemas logísticos que supone intentar vacunar a cientos de millones de personas, y más en el caso de las que requieren dos dosis. A los problemas tradicionales, bien conocidos por las empresas del ramo, se suma ahora uno mucho mayor y nuevo, pues varias de las vacunas aprobadas o en proceso de aprobación necesitan ser almacenadas transportadas y distribuidas a temperaturas de 70 bajo cero, algo para lo que no existe capacidad suficiente.
Cada vez que hay un paso adelante, la luz al final del túnel sigue a la misma distancia. Importantes sectores del turismo temen que cuando se inicie la verdadera recuperación, muchas empresas no podrán aprovecharla porque se habrán quedado sin recursos.
Parece que hay acuerdo en ambos lados del Atlántico en que un tercio de las empresas y los trabajadores del sector no podrán disfrutar de esa recuperación. Así lo creen tanto la US Travel Association como la Asociación Europea de Agencias de Viajes y Turoperadores. Y en todo caso no se espera que esta ocurra antes del 2024.
Para mantener el sistema encendido, las agencias y los hoteles se han visto obligados a no penalizar las cancelaciones, pero estos tumbos hacen que hayan aumentado fuertemente tanto las reservas cuando avanzamos, como las cancelaciones cuando retrocedemos, con el consiguiente coste y la imposibilidad de planificar correctamente.
Y todo esto limitándonos al mundo desarrollado. Muchas zonas geográficas del mundo, como África, simplemente no dispondrán de la vacuna en forma masiva en el próximo año, entre otras cosas por la imposibilidad de almacenarla a la temperatura exigida, por lo que no podrán recibir flujos turísticos al nivel deseado.
Por el lado positivo, son muchos los que esperan que el trabajo en casa aumente el deseo de viajar.
En todo caso, la confianza de la población subirá en cuanto comience la vacunación de los segmentos de mayor riesgo y una vez comprobado el buen funcionamiento de los sistemas de seguridad en el transporte aéreo. La Agencia Europea de Seguridad Aérea (EASA) y el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC), a solicitud de la Comisión Europea, emitieron un informe en el que resaltan la seguridad sanitaria en el transporte aéreo y la limitada efectividad de test y cuarentenas en proporción al número de viajeros.
El problema que se plantea ahora es qué ocurre si algunas compañías imponen el certificado de vacunación para poder volar, como ha anunciado el director general de Qantas, Alan Joyce: “No vacuna, no vuelo”, para los viajes internacionales, lo que deja fuera a los que se resisten a vacunarse, en algunos países alrededor del 30% de la población, divididos entre los antivacunas y los que prefieren esperar. ¿Tiene sentido comercial? Además, acarrearía responsabilidades jurídicas en el caso de un empleado que, obligado a vacunarse, desarrollara efectos secundarios.
Mejor parece apostar por la responsabilidad social. A medida que vamos aprendiendo y los protocolos de prevención van siendo adoptados por la mayor parte de la población, no solo aumenta la seguridad real sino también la percepción de la misma, lo que facilitará el retorno al viaje, y se podrá alcanzar la inmunidad de grupo sin que se vacunen los negacionistas.
Como siempre, el turismo volverá a las cifras anteriores a la pandemia gracias a la vacuna y a los nuevos hábitos sanitarios. Esperemos que algunos protocolos como los higiénicos y la forma ordenada de embarcar y desembarcar en los aviones se integren en la “nueva normalidad".
*Ignacio Vasallo es director de Relaciones Internacionales de la Federación de Periodistas y Escritores de Turismo (FEPET).