La actividad turística mueve de forma directa la cifra de 1,4 billones de dólares en el mundo, lo que supone un 7% de todas las exportaciones y servicios que se producen y, por tanto, es generadora de economía, riqueza, empleo y desarrollo. Sin embargo, la antigua imagen de ser la industria sin chimeneas se ha convertido en una fuente negativa de impactos ambientales, especialmente por su contribución en gases de efecto invernadero (GEI), tanto de forma directa como indirecta (véase los transportes aéreos, por tierra y mar a destinos turísticos y la movilidad interna).
El turismo genera un 8% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero"
Es decir el turismo conlleva una huella ecológica o de carbono que supera los 4.500 millones de toneladas métricas (2013), que supone cuatro veces más de lo previsto y genera un 8% de las emisiones mundiales de GEI, de acuerdo a un estudio e informe de la Universidad de Sídney.
Si esta tendencia se mantiene, y es un hecho, sin lugar a duda, que ya esta notándose apenas recuperándose de la pandemia, la huella de carbono del turismo mundial aumentará hasta un 40 por ciento antes de 2025 y podría alcanzar la cifra de los 6.500 millones de toneladas métricas de CO2. Esto es algo que afectaría notablemente a la crisis climática, que a su vez tendría impactos negativos en los destinos turísticos, ya que obedece al principio de acción-reacción.
Este estudio de la Universidad de Sidney incluye también las emisiones producidas por el mantenimiento de las infraestructuras y establecimientos turísticos (hoteles, aeropuertos), así como las derivadas de la alimentación, bebidas y souvenirs, lo que supone un total de más del 8%.
Pero también hay que sumar los costes ambientales, que se traducen en huella de carbono del transporte a destinos, como el caso de la ciudad de Valencia —donde se ha calculado el impacto de su huella de carbono— en la que el vehículo supone el 80% y los viajes en avión el 12% del total de la contaminación que genera el turismo y el 5,2% de todas las emisiones producidas por el hombre.
Valencia es la ciudad que ha sido capaz de medir su huella de carbono por el turismo y comenzar un proceso de descarbonización y compensación"
Valencia se ha convertido en la primera ciudad del mundo que ha desarrollado un sistema para medir la huella ambiental de la actividad ligada a la industria turística. La empresa Global Omnium ha diseñado una herramienta que analiza las emisiones de carbono del turismo, incluyendo transporte de los visitantes, desplazamientos en la ciudad, hostelería, consumos que generan toda la actividad relacionada con los servicios de alojamiento y tanto su métrica como metodología está certificada por AENOR.
El estudio analiza toda la actividad turística de la ciudad en 2019 y revela que se produjeron 1,286 millones de toneladas de CO2. De estas, el 81% corresponden a los desplazamientos de los turistas hasta Valencia, pero solo el 0,92% al uso del transporte en la ciudad. Esto incluye a los turistas que se quedan más de una noche, a los excursionistas y cruceristas que no pernoctan. Para hacerse una idea, esta ciudad destino en el 2019 recibió 5 millones de turistas.
Desglosando la cadena productiva turística, el alojamiento generó 30.793,76 toneladas de CO2, seguido, en orden descendente, por el consumo de energía, el transporte urbano y la recogida y tratamiento de residuos, que supone solo un 0,41% de la huella del turismo.
La Estrategia de Turismo Sostenible para la ciudad, iniciada a principios de año, apuesta por alcanzar una actividad turística neutra en carbono en 2025, convirtiendo a Valencia en el primer destino turístico del mundo con un impacto ambiental “cero” aunque yo diría mejor, asumible o aceptable.
Además, gracias al trabajo de Global Omnium, con tecnología blockchain se podrá comprobar y verificar la huella de carbono y la huella hídrica de todos los establecimientos de la ciudad, lo que matemáticamente podría llegar a una cifra de cero por compensaciones.
…con tecnología blockchain se podrá comprobar y verificar la huella de carbono y la huella hídrica de todos los establecimientos de la ciudad/destino"
Posiblemente, en cinco años todos los establecimientos podrán disponer de esta tecnología, que “creará una ‘etiqueta digital’ que garantizará la información y se asociará automáticamente al proceso de descarbonización que se va a llevar a cabo en la ciudad, integrando en un único soporte de etiqueta digital toda la información. Como imagen y reputación, cualquier establecimiento querrá exponer su compromiso con el medio ambiente, su proceso de descarbonización o su impacto tanto en huella de carbono como en huella hídrica, y lo más importante, podrá exponer digitalmente con absoluta veracidad de la información el desglose de ese impacto en cada uno de los servicios que comercialice".
Ahora bien, si no podemos evitar del todo el impacto negativo, mientras tanto, es positivo desarrollar mecanismos de compensación de estas emisiones de carbono. Existen muchos y diversos métodos y esquemas para compensar la huella de carbono cuando se viaja. Los programas de compensación varían en su naturaleza: desde la plantación de árboles, reforestación, agricultura orgánica y comunitaria, hasta proyectos que invierten en energías renovables.
El proceso de compensación consiste en comprar créditos por la cantidad de CO2 que produce el viaje. Normalmente, una tonelada de carbono equivale a un crédito. Aunque, según la Asociación Internacional de Transporte Aéreo, solo el 1% de los viajeros compran voluntariamente reducciones, una cifra que ha ido creciendo de forma constante en los últimos tiempos. El año 2018 ha marcado un récord de 42,8 toneladas retiradas por este tipo de programas, informó Forest Trend, una empresa de financiación de la conservación que hace un seguimiento de los proyectos de compensación de carbono con sede en Nueva York.
Calcular la huella de carbono y elegir programas de compensación mientras no exista la opción de no producir GEI es muy importante, pero también habría que sumar los impactos del cambio global, pérdida de biodiversidad, etc.
El sistema actual de compensaciones no es competitivo para el turismo, ya que esta compensación no revierte en beneficios tangibles al consumidor final ni a la oferta turística y debería crearse un mercado verde de transacciones/compensaciones, en el que se sumen los beneficios económicos y emocionales de estas.
Y es precisamente el blockchain la herramienta más eficiente para conseguirlo. Así, la tecnología puesta al servicio de la sostenibilidad crea éxito en la operación.
Lo iremos viendo en estos próximos meses.
*Arturo Crosby es editor de Natour magazine.