Lograr la consolidación de los bufés post Covid-19 tanto en la hostelería como en turismo, radicará en la confianza que logren unos buenos procesos, carentes de contaminaciones.
Como la profesionalidad y responsabilidad del personal de cocina y de sala es o debería ser incuestionable, aunque con la aparición del Covid-19 requiera que se tengan que implantar más controles y procedimientos de defensa, solamente nos queda el control y previsión de los usuarios del bufé.
Respecto a los usuarios del bufé no se valora la intencionalidad de los mismos por contaminar y perjudicarse a sí mismos u a otros usuarios, pero es cierto que muchas veces, incluso antes de que apareciera el Covid-19, se producían malas manipulaciones que podrían ser origen de posibles contaminaciones, generar mala imagen, o incluso perdidas de alimentos.
Antes de la pandemia del Covid-19, en muchos bufé el servicio de las bebidas no recaía en los mismos clientes, había empresas que optaban por recurrir a que fuera el personal de servicio quien ofreciera y sirviera las bebidas. Con ello se intentaban evitar incidencias frecuentes ocasionadas por líquidos derramados por los suelos, las posibles consecuencias negativas que se pudieran originar y también se pretendía que, al tener que ser solicitadas, no se abusara ni se despilfarrara el consumo, y, por lo tanto, su coste fuera más comedido.
Aparte, se brindaba comodidad al lograr que durante su estancia en el restaurante no tuvieran que levantarse a reponer sus bebidas, algo que también ralentizaba el servicio.
Estas circunstancias, asistir a los clientes en el servicio de las bebidas en los bufés, nos han aportado una característica importante en el momento Covid-19 y es que los clientes con esta medida, se interrelacionan menos entre ellos y se logra el necesario distanciamiento social. Esto nos aporta una solución que se puede aplicar no solo a las bebidas sino a toda la oferta del bufé.
Modificar el método, además, nos permitiría mantener las cualidades y ventajas del servicio de alimentos en el bufé, tales como el atractivo, la espectacularidad para los usuarios e incluso el ahorro de tiempo y la disminución del número de personal de asistencia durante el servicio.
Y aunque la incorporación del personal de servicio que se encargará de atender las solicitudes de los clientes pudiera parecer un aumento de coste de personal, el coste sería asumible, ya que siempre sería menos gravoso que el coste que supondría un restaurante con servicio de carta o menú concertado y se seguiría manteniendo tanto el atractivo como la inversión del bufé.
Camareros profesionales y diligentes, una vez que los clientes hubieran visto y decidido qué desean consumir y tras comunicárselo al personal, serian ellos los que realizarían el emplatado de los alimentos solicitados y el servicio en la mesa. De esta manera se logra evitar que los clientes puedan llegar a contaminar productos o enseres expuestos en el bufé o a ser contagiados por la posible mala manipulación que se pudiera realizar por otros comensales y, como ya se ha mencionado, también se lograría mantener el deseado distanciamiento social.
El servicio en el bufé no perdería su funcionalidad ni dinamismo, pues seguramente el personal efectuará de manera muy eficaz y rápida sus funciones. Asimismo, la cercanía y el trato personalizado que se daría en este modificado formato de bufé post Covid garantizaría y aumentaría la aceptación por parte de los clientes.