Todavía no hemos entendido bien que los turistas se deben contar en pernoctaciones y no en entradas de personas.

El dato en Canarias es muy significativo para entender bien la incidencia del turismo en nuestras vidas y que los actores de la industria turística reconduzca, entre otras cosas, la turismofobia maliciosa y poco útil, por los caminos adecuados.

Esta tasa de pernoctabilidad es la resultante de comparar las pernoctaciones turísticas sobre el total (incluyendo las de la población residente). Es decir, en números sencillos, si en Canarias los residentes generan 821 millones de pernoctaciones (2,25 millones de residentes por 365 días al año) y registramos 127 millones de pernoctaciones turísticas (15 millones de turistas por 8,5 días de estancia media), el total de pernoctaciones fue de 948 millones y la tasa de pernoctabilidad es del 13,3%.

Con este dato es difícil comprender la turismofobia entendida como la aversión o rechazo hacia los turistas y el turismo en general. Este fenómeno suele manifestarse en forma de protestas, vandalismo, e incluso actos de violencia contra turistas o infraestructuras turísticas. Tenemos ejemplos evidentes de esto.

Las causas son múltiples y generalmente están relacionadas con los impactos negativos del turismo masivo, como la saturación de espacios públicos, el encarecimiento de la vivienda, la gentrificación, y la percepción de que los beneficios del turismo no llegan a la población local.

El turismo es una fuente vital de ingresos para muchas regiones, en lugares como nuestras Islas Canarias, la economía local depende en gran medida de las pernoctaciones turísticas y la turismofobia, al desincentivar la llegada de turistas, puede tener efectos devastadores sobre nuestra economía local. Una disminución en el número de visitantes se puede traducir en la pérdida de empleos, el cierre de negocios y una reducción en los ingresos fiscales que los gobiernos utilizan para financiar nuestros servicios públicos.

La hostilidad hacia los turistas puede dañar seriamente la reputación de los destinos turísticos canarios.

En la era digital, las noticias sobre actos de turismofobia se difunden rápidamente, lo que puede llevar a que los potenciales visitantes elijan otros destinos que perciban como más acogedores. Esto no solo reduce el flujo turístico, sino que también afecta a la imagen global del destino, creando una percepción negativa que puede tardar años en revertirse.

Nuestra región tiene una larga tradición de hospitalidad y acogida, lo que constituye una parte fundamental de nuestra identidad turística.

La turismofobia amenaza con destruir esta cultura de hospitalidad, reemplazándola por un ambiente de rechazo y exclusión. Esto no solo afecta a los turistas, sino también a los propios canarios, que pierden un aspecto valioso de su identidad y de su atractivo cultural.

La turismofobia es una respuesta comprensible, pero equivocada, a los desafíos que plantea el turismo masivo. Aunque los problemas asociados con el turismo excesivo son reales y deben ser abordados, la turismofobia solo agrava la situación y crea nuevas tensiones.

En lugar de optar por el rechazo y la confrontación, nuestros destinos deben buscar formas de gestionar el turismo de manera sostenible y equitativa. Al hacerlo, no solo protegerán nuestra economía y su reputación, sino que también fomentarán la convivencia y preservarán su cultura de hospitalidad que Canarias, tan merecidamente, se tiene ganada en los mercados emisores del turismo.

Gracias por leerme.

 

*José María Barrientos. Promotor Turismo y Ocio.