Opinión
La nueva anormalidad
Bienvenidos todos a la nueva anormalidad donde los sindicatos y empresarios están de acuerdo, pero el estado no firma dicho acuerdo
La primera vez que escuché el término ‘nueva normalidad’, en este caso y para ser exactos ‘The New Normal’, fue en un libro que me regaló mi hermano allá por el año 2010 del autor americano Peter Hinssen. Mi hermano, gran connoisseur y freaky de la tecnología, el marketing y la digitalización, ya entendía que el mundo iba a cambiar, se iba a digitalizar. Tanto es así, que este libro y título en cuestión ha inspirado y marcado las pautas de los visionarios del mundo binario y sus empresas a la hora de las transformaciones digitales que el consumidor iba a requerir en 2020 y así hemos podido ver la proliferación de empresas de las que ni siquiera sabíamos su nombre diez años atrás.
En la línea de este libro, me volvió a regalar otro hace dos navidades y su nombre era ‘Tecnología y revolución industrial 4.0’, de un escritor indio, Venkaiah Naidu. Este libro nos contaba como la transformación digital en la sociedad y las empresas iba a transformar el mundo o se iban a crear los parámetros para una nueva revolución de reinvención industrial y todo esto se empezaría a sentir entre 2020 y 2030. El mismo escritor hablaba en una visión apocalíptica, pero no para dar miedo sino para ponernos las pilas, ya que se iban a destruir en el mundo más de 100 millones empleos como los conocemos y a reinventarse otros tantos en profesiones de las que hoy todavía no tenemos constancia y que vamos a ir descubriendo en los próximo años.
Sin embargo, ni ambos libros, ni nadie normal —con el permiso de Bill Gates, oráculo de pandemias aún más duras por llegar, micro chips geolocalizadores, el software más vendido del mundo y desde hace unos años las mejores burgers veganas del planeta—, se lo podía imaginar. Y es que nadie excepto él, contaba que en este proceso de evolución transformadora de una década iba a aparecer un turbo catalizador sin escrúpulos, acelerando el proceso de que lo que debía de suceder en condiciones normales entre 10 y 15 años, adelantando después de la aceleración de la época Post Covid a 3 y 5 años.
Al hilo de este proceso acelerador y destructor de empleo que será esta nueva época post Covid en todo el mundo, nos preocupa mucho cuando oímos hablar a nuestros políticos en nuestro país de la nueva normalidad, a la cual nosotros rebautizamos cómo la nueva anormalidad. No por la cantidad de contradicciones e improvisaciones que han manifestado en todo este proceso de desescalada para llegar a esta semana, ni incluso por la cantidad de contradicciones y sinsentidos que nos seguimos encontrando en la aplicación de los mismos día a día. Lo que sí nos tiene por completo acongojados, es la nula aplicación de ninguna medida real que afecte a la economía productiva de nuestros sectores empresariales. ¡Allí es poco!
En el artículo anterior hablamos de la cumbre de la CEOE y todos esperábamos como agua de mayo las medidas que iban a sacar para el sector del turismo el jueves pasado, y se quedó en un anuncio de vacío contenido, inocuo de verdad, y estéril en la aplicación. Una vez más, polvo de estrellas, cosmética caducada y marketing del “compro oro” barato. Ni una sola medida de ayuda directa al sector o de motivación económica al consumo, sólo más endeudamiento y apalancamiento a través de los avales del estado, que a medida que pasan las semanas tienen menos valor que los bonos de emisión de deuda de Zamunda. El grito en alto de los máximos dirigentes del turismo en nuestro país no puede ser más desgarrador, están pidiendo auxilio, socorro, ayúdenos por favor. Nosotros les hemos ayudado todos estos años, necesitamos una mano o las dos como han hecho el resto de países en Europa.
Spain is different, señores. Esta administración se lo va a fundir todo, damas y caballeros, y en parte es normal, ya que nunca han administrado algo privado con éxito,
lo cual es anormal para después poder gestionar el dinero de todos. Y es que hacen buenas las palabras del último pirata del Mediterráneo, el gran Joan March, que decía: “el que no sirva, para político”. Zasca de los años 30 que nos viene al pelo.
Seguimos a fecha de hoy sin noticias, ni parámetros, ni reglas con los ERTEs, pero se entiende que de esta semana no pasa la decisión. Imagínense a los trabajadores de hostelería y más sectores, y todas sus empresas, a siete días del final del mes y sin reglas de cómo abrir sus negocios el día 1 de julio. Fíjense por favor y reflexionen a pesar de que a los políticos, al menos del Ministerio de Trabajo, no se les mueve un pelo y no se les ve nerviosos y los únicos que estamos preocupados somos los trabajadores, autónomos y empresarios.
Bienvenidos todos a la nueva anormalidad donde los sindicatos y empresarios están de acuerdo, pero el estado no firma dicho acuerdo. Donde vamos a entrar en la mayor crisis humanitaria y financiera del siglo XXI y todavía no hemos oído hablar a ningún político de ahorro en las administraciones o control en el gasto público. Donde todos los fondos y soluciones se aplican entre comisiones de expertos que entre ellos —se lo guisan y se lo comen—, y donde además hay 100 expertos económicos que nadie les conoce y deben seguir en el anonimato por su propio bien, nos dicen. Donde repintamos buzones por más de 2 millones de euros, mientras tenemos colas en los comedores sociales. Eso sí, no todo son malas noticias en la nueva anormalidad, en las playas se podrá ir sin máscaras y se abrirán las discotecas aunque no se pueda bailar.
Artículo originalmente publicado por mallorcadiario.com
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