Opinión
El futuro del turismo
Si conseguimos llegar a la “Nueva Normalidad” con la cuota de mercado intacta, se abrirá una ventana de oportunidad importante, como en todas las crisis
Todos los estudios señalan que el sector turístico será el más afectado económicamente por la pandemia en todo el mundo, el que más tiempo tardará en recuperarse y en el que se producirá el mayor número de suspensiones de pagos.
En su conjunto depende de actividades que van a estar limitadas por motivos sanitarios y, para el gasto, de la renta disponible.
El sector está compuesto por dos grandes subsectores: el del alojamiento, ocio y restauración; y el del transporte, aéreo, marítimo y terrestre. En España, la facturación total depende en un 55% del turismo extranjero. En conjunto, según el INE, representa un 12,7 % del PIB.
Los analistas de cada sector coinciden en que la recuperación completa no tendrá lugar hasta avanzado el año 2023. Primero, y a lo largo de este año, se recobrará la hostelería; después, los alojamientos y el transporte terrestre, más dependientes del turismo nacional que arrancará antes; y finalmente el transporte aéreo.
El anuncio del Presidente, anticipando la apertura de fronteras, tiene un efecto psicológico y hará que aumenten las reservas aéreas, principalmente de los extranjeros propietarios de casas, pero el resto no encuentra todavía motivación para salir de su país.
Según un reciente estudio de McKinsey, dirigido por Mar Fernández el riesgo de suspensión de pagos de las empresas de estos sectores es entre 4 y 8 veces superior a las del conjunto de la economía española debido no solo a problemas de liquidez, sino también a los de falta de capital y a la deuda.
Los análisis realizados coinciden en que para llegar a la “nueva realidad” o recuperación hay que sobrepasar las difíciles etapas de la supervivencia o resistencia durante este año y la del camino a la normalidad durante los próximos tres.
En la primera etapa, el Gobierno ha priorizado las necesidades de las familias con carácter general, con la aprobación del ingreso mínimo vital; la disminución de los gastos laborales (ERTEs); y el acceso a la liquidez a través del ICO. Según McKinsey esto habría reducido las suspensiones de pagos en un treinta por ciento y podrían mejorarse con una mayor rapidez en los pagos por parte de las Administraciones y con la reducción de tasas; mientras que la demanda podría incentivarse con una reducción del IVA, además de otras medidas que podrían tomar las administraciones locales y las propias empresas. Las necesidades de liquidez van a ser enormes. En esa fase y en la siguiente hay que mantener la cuota de mercado trabajando con turoperadores y compañías aéreas para incentivar el turismo organizado en el que España es líder mundial y que crecerá en términos relativos por motivos de seguridad y confianza.
En la fase intermedia es fundamental la garantía de un sistema sanitario eficiente y reforzado y de una actuación del Estado que garantice que las empresas puedan volver a crecer. Habrá que mejorar permanentemente los protocolos de higiene para obtener una mayor confianza del cliente, al tiempo que se aceleran las tendencias a la digitalización y se añade la sostenibilidad a las ventajas competitivas.
El mercado seguirá siendo claramente inferior al del año 2019 por la debilidad de ciertos segmentos como el de la clientela sénior, el de larga distancia, el turismo de negocios —especialmente congresos y reuniones—, el de ciudad en los lugares históricamente saturados, y el de cruceros, que a pesar de la fidelidad de la clientela no va a tener la óptima acogida en todos los puertos que tenía hasta ahora. Además, las empresas propietarias no tienen acceso a ayudas estatales por sus banderas de conveniencia. Y, desde un punto de vista meramente cuantitativo, por el “efecto estadístico”: al reducirse el número de viajes de los incluidos en el grupo “visitas a familiares y amigos” y los que van a casas propias, en conjunto casi 15 millones de visitas en 2019, con un alto índice de repetición que no tendrá lugar en los próximos años.
Si conseguimos llegar a la “Nueva Normalidad” con la cuota de mercado intacta —lo que yo creo que ocurrirá—, se abrirá una ventana de oportunidad importante, como en todas las crisis. Nuestras obvias ventajas competitivas, tanto estructurales (posición geográfica o el clima), como las que son resultado de actuaciones administrativas (infraestructuras, sanidad y seguridad) resaltarán la eficiencia del sector privado y mejorarán nuestro posicionamiento relativo. El nuevo turismo será más pequeño en números que no importan, pero aún más eficiente con la rápida digitalización del sector, la mejor calidad y las inevitables consolidaciones.
Y por supuesto la caída en el número de “turistas” obligará a autoridades y consecuentemente a los medios a empezar a medir en pernoctaciones e ingresos en los que somos los claros líderes europeos y a olvidarnos del número de personas que cruzan nuestras fronteras. Esa forma de contar nos llevaría a dejar de distinguir entre turismo nacional y extranjero como dos sectores totalmente separados.
La mayor intervención del Gobierno y del resto de las Administraciones públicas daría la posibilidad de incentivar la necesaria aceleración en el ritmo de innovación para que el sector se adecúe, antes que nuestros competidores, a las nuevas y mayores exigencias de la clientela.
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