Es difícil ser optimista, aceptar, y aún más entender y hacer entender a los empresarios y a los miles de profesionales que se dedican y viven del turismo, que un gran verano, en un gran país, no es nada sin un gran programa de ocio y entretenimiento seguro.
Las agencias de viajes intentan adivinar a los adivinos, diseñando circuitos y programas que no ven la luz por el temor al rebrote anunciado, augurando un futuro incierto de un verano que sin aún empezar…se muestra acabado amparado por la cautela.
Hoteles que con la ilusión profesional abren con un número de clientes exclusivos que gozarán de un alojamiento sanitariamente “SAFE”, con servicios atípicos personalizados higiénicamente y con una experiencia clonada de lo que sería una experiencia inolvidable, teniendo en cuenta la temporada COVID-19.
Empresarios y profesionales del entretenimiento turístico que ven mermados sus sueños e ilusiones, con esa sensación de falsa realidad, bajo un silencio sumiso de inactividad que no basta para poner en marcha la actividad.
Un ocio tradicional que vende experiencias, alegría, divertimento, espectáculo e ilusión. Un bien de interés Turístico y Social que también llora, a pesar de tener denominación de origen e intentar derrotar a héroes inexistentes.