En la pasada cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea se discutieron varios aspectos relativos a la libre circulación interna. Italia y Grecia ya habían decidido exigir a todos los pasajeros una prueba negativa, incluidos aquellos europeos que disponían de un certificado —mal llamado pasaporte— de doble vacunación. Previamente, ya habían tomado medidas similares Portugal e Irlanda. Unos días después, Dinamarca y Suecia siguieren el mismo camino, y Alemania exige ahora la pauta completa a pesar de que el Certificado europeo no está todavía habilitado para incluir la tercera dosis.

También decidieron reducir la validez de este a 9 meses para incentivar el pinchazo de refuerzo.

Además, Italia rompió lo acordado en enero por la Comisión Europea (CE), que establecía que si los estados exigen a los titulares de un certificado otros requisitos como cuarentenas o pruebas previas, deben notificarlo a la CE y a los demás estados, así como justificarlo. Esto no ocurrió y los demás han seguido ese camino.

Con estas decisiones esos países han dado una estocada de muerte al "pasaporte Covid”.
 

La UE desvela los detalles de su pasaporte de vacunación

 Pasaporte de vacunación

Parte del problema proviene de la confusión entre pasaporte y certificado que aún sigue viva. Las autoridades sanitarias de cada país emitieron certificados desde el momento en que empezó la vacunación, con un ámbito de validez nacional e incluso útil para viajar al extranjero si el país receptor lo admitía —lo que de hecho estaba y está ocurriendo en bastantes casos—.

La confusión empezó cuando la Comisión, a instancias de algunos países miembros, estudió la emisión de un “green pass” europeo, cuyo nombre cambió rápidamente a “digital green certificate" ante la evidencia de que no podía emitir pasaportes cuya validez, por otra parte, depende del país receptor. En su origen el certificado podía incluir tres apartados relativos a vacunación, pruebas realizadas y recuperación de la enfermedad. En realidad, solo incluye la primera.

Desde el primer momento quedó claro que no podía ser un requisito para viajar —la libertad de movimiento es uno de los principios de la Unión—, sino que tenía como objetivo facilitar el ejercicio de ese derecho y la igualdad entre nacionales de distintos países de la UE. “Los poseedores de un DGC, cuando viajen a otro país, tendrán los mismos derechos que los ciudadanos del dicho país”, como si hiciera falta recordar lo obvio.
 

Persona muestra el Certificado Covid. Foto propiedad de Europa Press

Persona muestra el Certificado Covid | Foto de Europa Press

Los certificados, tanto en su versión interna como en la internacional, pretenden incentivar la vacunación —lo realmente importante junto con el uso de la mascarilla—, pero la experiencia reciente – la de España en particular— nos demuestra que no solo no reducen la transmisión, sino que es posible que ocurra lo contrario por el efecto relajación. Por otra parte, la población española —y la portuguesa— no necesitan ser incentivadas por la amplia aceptación que hace que la “Península Ibérica sea el sueño de cualquier político europeo", como señalaba recientemente el Süddeutsche Zeitung.

La OMS ya indicaba en marzo que la vacunación no debería de ser un requisito para viajar pues “se desconocen sus efectos en la reducción de contagios y la duración de la inmunidad”. Las últimas informaciones nos indican que solo las vacunas de Moderna y de Pfizer ofrecen buenas garantías contra la variante Ómicron

Para viajar dentro de España no se puede exigir el certificado europeo que, además, no pueden tener los británicos. Si hiciera falta un certificado, bastaría con el emitido en el centro de vacunación. En total, británicos y españoles representan el 70% de nuestros turistas y visitantes.

Los certificados, sean nacionales o el DGP de la Comisión, sirven también para poder acceder a ciertos eventos o a lugares cerrados como restaurantes y bares, aunque en este último caso la normativa es distinta según los países y las comunidades autónomas, como lo es la efectiva aplicación de la norma.

Esta devaluación del “pasaporte" europeo ya fue anunciada por algunos comentaristas del turismo, como yo mismo, desde el mes de marzo, en mi artículo “Los pasaportes de vacunación europeos no son la solución”. Incluso la OMT es contraria a la exigencia del certificado para viajar, porque no reduce el riesgo de contagios.

 

 

Mención aparte merecen los negacionistas y otros grupos opuestos a las vacunas que no solo arriesgan, sino que nos ponen a los demás en riesgo.

En esa misma reunión de jefes de Estado y de Gobierno, Sholz (Alemania) y Macron (Francia) señalaron la necesidad de proteger la libertad de movimientos un poco antes de bloquear el tráfico de turistas británicos a sus países.

Las autoridades, de cualquier signo político creen que la mayor parte de los problemas se pueden solucionar con una mayor actuación administrativa, que muchas veces fallece al poco de nacer. Así pasó con el certificado "libre de covid" para empresas o con el “radar covid”. Da la impresión de que esto es lo que también va a ocurrir con el innecesario “pasaporte" europeo.

 

*Ignacio Vasallo es director de Relaciones Internacionales de la Federación de Periodistas y Escritores de Turismo (FEPET).