El anuncio de que la Unión Europea emitiría un “pasaporte de vacunación” —a petición especialmente de los países receptores, entre ellos España—, levantó una injustificada ola de optimismo basada en la esperanza de que sirviera para la apertura al turismo este verano.
Pero las excesivas expectativas van desinflándose a medida que pasan los días.
La propia Comisión Europea ha decidido cambiar el nombre del documento, que ya no se llamará “Digital Green Pass” (pasaporte digital verde), sino más modestamente “green certificate” (certificado verde) y la OMS, a través de un portavoz David Nabarro, ha indicado que “la vacuna no debería ser un requisito para viajar pues se desconocen los efectos en la reducción de contagios y la duración de la inmunidad”. La OMS insiste en que el uso de certificados no es recomendable, ni está apoyado en evidencias científicas.
Desde distintos frentes han surgido objeciones de carácter legal, científico o ético, pero en mi opinión basta con los simples reparos prácticos.
"Lo importante de un pasaporte no es quien lo emite, sino quien lo admite"
Lo primero que hay que señalar es que lo importante de un pasaporte no es quien lo emite, sino quien lo admite. En el caso español, ese certificado verde debería de ser uno más de los posibles documentos aceptados por las autoridades españolas para entrar en el país, pero no el único para los ciudadanos de la UE, puesto que nada impide que también se acepten otros tipos de certificaciones, como viene ocurriendo hasta ahora.
Un caso especial es el del Reino Unido, nuestro principal mercado emisor, que al no formar parte de la UE, emitiría su propio certificado o certificados. El Gobierno español, según el Secretario de Estado de Turismo, ya está negociando este asunto con las autoridades británicas.
Desde el primer momento ha quedado claro que no será obligatorio, lo que disminuye su valor.
En relación con el propio mercado español, el certificado europeo podría servir para viajar al extranjero a los países que lo admitan pero es inconcebible que se exija a los españoles que viajen dentro del país. Recordemos que los españoles son los primeros clientes de la industria turística nacional. En conjunto el turismo nacional y el británico representan más del setenta por ciento de nuestro turismo receptor.
Tampoco serviría para el conjunto de países no europeos o que no forman parte de la UE con los que habría que negociar, o simplemente comunicar, el tipo de documento que sería aceptado, que por principio no podría diferir en cuanto a exigencias del certificado de la UE.
Todas estas dificultades nos hacen pensar que es muy difícil que el diluido “pasaporte” esté listo antes del verano cuando arranque la temporada alta. Y eso sin tener en cuenta que las reservas se están efectuando ya gracias a la política de no penalización de las cancelaciones que siguen la mayor parte de los intermediarios.
Para complicar aún más las cosas, si queremos que haya una temporada medianamente aceptable habrá que resolver el problema de las familias durante las vacaciones escolares, puesto que en ningún país se está vacunando a los menores de dieciséis años y nadie garantiza que su capacidad de transmisión sea menor o mayor que la de los adultos. Y por supuesto, alguien tendría que aclarar qué ocurre con los posibles turistas europeos que han optado por vacunas chinas o rusas no homologadas en la UE.
La conclusión es que la posesión o no de un certificado de la UE, cuya duración además es desconocida, es un elemento poco relevante para el desarrollo de nuestra temporada de verano.
Hay ganas de viajar a España en nuestros mercados, pero algunos medios recuerdan la experiencia negativa de la apertura provisional de Mallorca el veinte de junio del pasado año que duró bien poco.
La esperanza es que el ritmo de vacunación, especialmente en Gran Bretaña, permita llegar a junio con inmunidad de grupo, tanto en los mercados emisores como en España y que la aceleración de realizaciones de test y de rastreos permitan que se den las condiciones para una apertura controlada pero lo suficientemente flexible como para que no sean necesarios los certificados UE, puesto que se podrían aceptar otros más fáciles de obtener y que tendrían el mismo valor.
*Ignacio Vasallo es director de Relaciones Internacionales de la Federación de Periodistas y Escritores de Turismo (FEPET).